espacio de crítica literaria y cultural

«Cuerpo sin mí», Eduardo Moga

In Eduardo Moga, Uncategorized on enero 18, 2008 at 11:09 pm

¿Por qué hay algo más bien que nada? Leibniz

Sed buenos y no más, sed lo que he sido

entre vosotros: alma

Antonio Machado

Lúcido y desconcertante, Eduardo Moga ha elaborado este discurso ontológico en el que, a partir de un yo -siempre otro- que concibe y se pregunta sobre lo humano desde fuera de sí mismo, trata de dar respuesta (o, mejor dicho, de plantear las preguntas adecuadas) a esta nueva inquietud moderna que es la propia identidad.

Cuerpo sin mí, por tanto, podría leerse como un ejercicio de escritura extrema en el que el ser parece haber desaparecido a través de una extraña simbiosis entre él y el mundo; relación, ésta, promocionada por la experiencia sensible y el uso del entendimiento humano, que concibe al hombre como proyecto escindido de sí mismo y en constante descubrimiento y de-construcción.

«Hoy he pisado la humedad,

y la humedad

se ha hecho mis pies y mi pensamïento;

[…]

por qué me pliego

a este oscurecimiento, y confío

en la palabra, y mezclo mi materia

con la materia

inexplicable de la tierra.»

No es casualidad, entonces, que Moga, de nuevo en este libro, se sirva, con un rigor absoluto, del preciso significado de cada palabra a la hora de abordar la relación del ser con el mundo, pero sobre todo del ser con el lenguaje, entendido aquí como uno de los vehículos de identidad más productivos (y tan presente) en su poesía, por cuanto el hecho lingüístico (experiencia verbal) puede ser equiparable (porque, de hecho, así es) a la experiencia real del hombre con el medio.

«La palabra tiene

mamas candentes,

de las que bebo, y sequedades

que acato, cuyas trochas son silencio:

en sus bárbaras ramificaciones,

regidas por un ritmo doloroso, sepulto

mi frío,

aunque el frío regrese,

y se establezca en lo solo

de las entrañas, y me enfrente a mí.»

Ahora bien: «qué pasa cuando ya no/ existe/ el lugar en el que era innecesaria/ la mirada», y en su lugar encontramos una suerte de nuevos escenarios que alteran la tradicional concepción del ser y que anulan igualmente la dualidad establecida entre lo real y lo virtual; acaso no funciona esto a favor de una política del simulacro en el que ya no son válidas (o por lo menos, no del mismo modo) nociones como las de espacio-tiempo-sustancia. ¿Qué ocurre, entonces? Pues ocurre, como bien puede intuirse, que la lengua carece ya de mundo al que nombrar, de referente único no-problemático; lo cual pre-supone, en consecuencia, que toda construcción identitaria deba ser (ahora) icónica, en lugar de textual-verbal, que es como se había entendido tradicionalmente. En este sentido, uno supone que el hombre ya no podría ser descrito en tanto palabra, ni, en consecuencia, habría ya lugar para concepciones esencialistas, operativas, que es, justamente, la postura que adopta Eduardo Moga. (En consecuencia, utilizo condicionales porque el discurso sobre el simulacro parece funcionar (bien) sobre todo a nivel teórico; pero no deja de ser insuficiente e, incluso peligrosa, su asunción y aplicación totalitaria y global -por lo que todo ello conlleva o, en su defecto, por lo que ello pudiera suponer-) Por eso es tan relevante, repito, el rigor intachable e intelectual con que trabaja Eduardo Moga, «eternamente/ naciendo en cada/ palabra fatigada/ y exacta.»

No es fácil, en una época como la nuestra, adoptar una actitud reflexiva sobre la identidad relacional del hombre con otros hombres, con su medio y el lenguaje, sin que se peque de oscurantismo; que, en absoluto, es el caso de Cuerpo sin mí, a pesar de las reminiscencias clásicas y filosóficas que contiene (a saber: Walt Whitman, Karl Kraus, Unamuno, Leibniz…)

Con todo, este libro deja clara la que a mi parecer es la principal idea que en él se expone: la confianza en la potestad del verbo y, por consiguiente, en la capacidad del lenguaje como ingenio (o motor) aún capaz de posibilitar nuevas experiencias. Por tanto, que este libro sea como es y que esté distribuido en fragmentos (a pesar del carácter holístico del texto) se debe a un hecho incuestionable: ante un tema como éste, decir “yo soy” no sirve ya como definición, ni permitiría, además, repensar el hecho poético mismo.

Las palabras de Moga supuran evisceradas por la conciencia de fungibilidad y finitud del hombre. Explota aquí la piel: Cuerpo sin mí: excoriación personal.

JARA CALLES

  1. Este Eduardo Moga, ¿no es el mismo que hacía de Hercules en las antiguas películas de romanos? VAmos, me pregunto yo.

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