espacio de crítica literaria y cultural

Una fiera literaria llamada Pola Oloixarac [«Las teorías salvajes», Pola Oloixarac]

In Pola Oloixarac, Uncategorized on marzo 10, 2010 at 3:43 pm

 

http://www.youtube.com/watch#!v=UKlKJeeIfsU&feature=related 

                                                                                               * fonytailfggins, project for my high school digital video class.

[…] Said, hey honey, take a walk on the wild side… suena a milonga urbana, setentona y drogada. Una milonga tras la resaca tremenda. Me pregunto cómo puede animar Lou a buscar nuestro lado salvaje con semejante pachorra vocal. Inmediatamente me viene a la cabeza el Doo wop (subtítulos en español: du duá), las voces corales de los afroamericanos para entonar un rhythm and blues sin instrumentos y que el etnógrafo Lou localiza: and the colored girls go doo do doo do doo… Hay algo de antropológico en todo esto, quizá un resto tribal y ritual -por las repeticiones, digo-. Incursiones como ésta me sirven para presentar a Pola Oloixarac, por lo menos en cuanto a música se refiere, porque ella también canta. No hace du duá, -a lo mejor en la ducha sí-, aunque su música tiende a la melancolía más jazzera y lírica. Ahora bien, ¿qué tiene ésta que ver, al igual que Lou, con lo salvaje? Pues ahí va la respuesta igualmente antropológica. Elegante y sobria la voz de Pola cava tumbas sobre el piano para rescatar cadáveres: los Atomics poems de Lady Cavendish. Duquesa a su manera y humanista trasnochada, Lady Lucas Cavendish escribió obras de filosofía natural (física) en el siglo XVII y, a partir de ellas, poemas sobre el funcionamiento de las moléculas sin que se le soltara el corsé: “Small Atomes of themselves a World may make,/ As being subtle, and of every shape.” (A world made by Atomes, 1653). Hoy sería una postpoeta.

Lo de la aristócrata fue tan revolucionario que cayó en el olvido. Hay siempre una devaluación en las revoluciones científicas; sobre todo si uno se decanta por la física en versos sutilmente rimados en palacio. Lo de Pola, sin embargo, no es tanto una revolución. Observando el ejercicio realizado por esta escritora-en-boca-de-todos, veo algo más primordial que un simple paroxismo estético-ilustrado: el impulso devorador que, en vez de convenir con una actual cultura de consumo (Fernández Porta), accede al más indigesto consumo de estructuras culturales, incluyendo en él objetos culturales o no ya estetizados. Consumo éste atroz, si cabe, pues termina con la configuración de los sistemas culturales en tanto que topología, es decir, con los espacios de producción de sus objetos y, ciertamente, con su consumo en un tiempo determinado. Y esto es mucho comer; los jugos gástricos acabarán con la diferencia entre alta y baja cultura. Así pues, un consumo que se consume por dentro y por fuera; como Pola Oloixarac recitando a Lady Cavendish (que destrozara las teorías del Leviathan de Hobbes) o escribiendo en literatura esa antropofagia cultural (con la duquesa saciada antes de escribir sus poemas teóricos) llamada Las teorías salvajes.

 

“Homo homini lupus”. Hobbes ya está engullido en el libro Pola y con su ingesta ella hace literatura. Desde ese momento, la propia literatura corre el peligro de dejar de ser un discurso reconocible, una convención, un “contrato social”: de un yo legítimo que escribe frente a un todo controlado (que te incluye a ti, “Pues tu teoría se queda incompleta sin mí”). Hace ya tiempo que se acabó la literatura como acción regulada y reguladora. Porque el juego que despliega la escritora argentina es, precisamente, de desautorización, no sólo de todos los discursos –que son parte y causa del convenio social planteado por Rousseau-, sino también a las posibilidades teoréticas sobre actos humanos. Y con esto me refiero al abismo que dista entra la abstracción teórica y una pragmática indomable. La historia, la antropología, la sociología, el psicoanálisis y la política suponen, en el texto, un cauce coercitivo para la contención de los instintos menos humanos, digámoslo así, y no tanto un conocimiento del hombre. ¿Es esto ideología? Como dice Mario Perniola, “el hombre, en todo lo que sobrepasa el horizonte ideológico, acaba pareciéndose a la bestia”. Por tanto, lo excesivo del ser es reprimido por el conocimiento (tratar de sí), lo que consigue desdibujar cualquier huella o rastro de aquel animal. Del conócete a ti mismo hemos pasado a ese tratar de sí (cuidarse). Esto lo dijo Foucault, pero lo interesante es cómo conecta con el miedo salvaje de Hobbes y cómo éste (el miedo) es subversivo en Pola.

La ficción de Las teorías salvajes surge, entonces, de una necesidad no convencional. Las ortodoxas teorías que se forjan en la escritura de los personajes -tanto en la primera persona de la narradora como la tercera de Kamtchowsky-, consiguen destapar el simulacro: una convivencia social y protocolaria que se rige, de manera paradójicamente tácita, por la natural sentencia “Bellum omnium contra omnes”. Este libro es, en realidad, un tratado de las pasiones descontroladas que afloran ante la ideología intelectual que las intentan describir infructuosamente. Serán, pues, la seducción y la provocación las armas instintivas con la que los personajes procuran un nuevo entendimiento propio y, de esta forma, una intuición como rasgo efectivo en sociedad. No es ya válida la idea de un pacto social si Félix Rodríguez es capaz de aullar con más tino aquello de “los lobos son animales sociales”.

 

Antro-(a)pología. Hobbes cambió la metafísica del ¿qué soy? por el materialismo mecanicista del  ¿qué soy (con /en)?, es decir, por un ser sensiblemente desnaturalizado y culturalmente organizado, accesible/accesorio. En 1651 teorizó acerca de un organismo artificial para la supervivencia de los individuos (en un solo cuerpo: Máquina Estado) que Pola Oloixarac, en 2008, pone a prueba en cada una de las pasmosas dimensiones estéticas que su narración abre. En este sentido, cabe dislocar el hombre-máquina del filósofo inglés hacia un nuevo humanismo en el que las tecnologías, conformadas hoy día en una cibercultura en expansión, devuelvan al hombre a un estado de sensaciones (virtuales) que le ha sido arrebatado. Lo que paradójicamente se fundó en clave de control y comunicación –por tanto, ideológica-, según los teóricos del ya inocente ciberpunk, pasa a ser en Las teorías salvajes un intento recreativo de las relaciones entre naturaleza y tecnología a través de la compleja adolescencia. Que en las aventuras de Kamtchowsky, Pabs & Co. partan de una necesaria comunidad (ahora: tribus urbanas), no quiere decir que no se dé en ellos cierta conciencia individual que casa perfectamente con el stand by cibernético: “La conciencia individual se reduce a la vanidad, cuyo rango de aplicaciones es una interfaz en torno al cuerpo […] La conciencia individual sólo se relaciona con otros a través de sí misma: en el idioma de la vanidad”. Así es como Pola Oloixarac percibe, más allá de la moral, modos de individuación: 1. fiestas, overdose! y sexo animal en antros ocasionales; 2. nuevos lenguajes a través de las últimas redes de comunicación social: chats, blogs, etc. Ambas manifestaciones, paradigma de la sociedad joven de estos tiempos, son también maneras de supervivencia. La primera en tanto que rebeldía punkérrima, la otra como búsqueda estética asociada a la libertad de expresión.

[De la antropología a la antro-(a)pología]: perfectamente estructurados en el seno mismo de nuestra sociedad, pero con lenguajes imposibles todavía de determinar humanamente (Wittgenstein), el antro es la frontera imborrable entre la cueva y el local de mala reputación pero con licencia de apertura; el lupanar digital donde fonytailfggins recrea un clásico de siempre como el de Lou Read.       

Una literatura salvaje la de Pola.  

ANTONIO J. ALÍAS   

Replica a g Cancelar la respuesta