espacio de crítica literaria y cultural

«Es el verbo tan frágil», Sandra Santana

In Sandra Santana, Uncategorized on marzo 20, 2009 at 3:03 pm

No es nada nuevo, pero «el tema es desde luego intratable». Así comienza Es el verbo tan frágil, un libro monstruoso, por extraordinario, en el que se aborda una problemática perpetuamente irresuelta. Ésta que acontece justamente en esa fungibilidad del verbo, su dificultad (en términos de imposibilidad) para mantenerse estable. Como los peces que aparecen en aquel poema que da título al libro, las palabras «saltan en el agua / escogiendo caminos diferentes»; y en ello hay algo hoy por hoy incontestable: que no haya significante alguno que pueda entenderse como puro; pensemos si no en aquellas palabras del cineasta francés, Abel Gance, cuando afirmaba, no sin cierta beligerancia, cómo «en nuestra sociedad contemporánea las palabras ya no encierran su verdad».

Sin apartarnos de este punto, sería ésta la idea que haría aquí de la escritura toda una empresa de ingeniería encaminada a la creación de (nuevos) recorridos originales, capaces de superar las huellas del lenguaje a través de la activación de la ironía, en este caso, como particular metodología. Una postura que, como comprobamos en este libro, revela a Sandra Santana como perfecta artífice de las estrategias textuales: todo un ejemplo de domesticación de las pulsiones semánticas (pliegues) del lenguaje, asumiendo a su favor su esencial problemática: la ambigüedad.

«He aquí la fuente
de todas sus preocupaciones:

Aquello que
tímidamente atraviesa la frontera
de sus dientes
toma caminos impredecibles,
atraviesa parajes insondables.

(Y ella observa impotente tras la ventana)»

En relación a esto mismo, la autora nos descubre abiertamente dos de sus deudas contextuales: Michel Foucault por un lado (así la cita con la que inicia este discurso) y Stéphane Mallarmé por otro («UNA TIRADA DE DADOS: PRECAUCIONES DE USO»; además de constantes referencias a ese «efecto Mallarmé» del que ha hablado Vicente Luis Mora en Pasadizos, como son la «nueva conciencia de la página», ese «decir el silencio»…). A la hora de establecer su postura, Santana lo hace de forma tajante: una vez asumido el estado de extenuación y consunción de las palabras en tanto convención y constructo sociales, el resultado acaba por ser siempre el mismo, el «fracaso total en la búsqueda/ de la figura».
«Exáctamente, ¿dónde le duele?»

Un término, ese «Exáctamente», que a mi parecer se presenta como elemento motriz de toda la serie de poemas que conforman este debate. Inscrito en un texto aparte, su enunciación nos enfrenta directamente con la clave del conflicto («Detuvo la mano avergonzada y empezó de nuevo, tratando esta vez de prestar un poco más de atención»), la imposibilidad de concreción semántica. Ahora bien, desde una particular concepción de la idea de limitación, que ya no se entiende aquí (al menos no solamente) en su vertiente negativa, sino también y al mismo tiempo como posible. O dicho en otras palabras, en tanto visión positiva del límite, re-formulado ahora en términos de potenciación y posibilidad de la propia individualidad; no ya únicamente como anulación (José Luis Molinuevo). Por tanto, un nuevo modo de afrontar esa imposibilidad de acotación de lo irrepresentable que asume positivamente la elocuencia de los silencios; las pausas como intervalos significativos.

«Sólo al respirar el tiempo interviene,
desarrolla su función depurativa».

Es justamente en el capítulo segundo donde la autora asume con profundidad el alcance de esto mismo, situándose ahora un paso más allá, al preguntarse por el poder de la imagen en tanto acción (recordemos las palabras de Einstein: «si lo puedes imaginar lo puedes lograr» -¿crear?-) y su relación directa con la concepción del lenguaje en tanto acto. Resalta así, de este modo, el valor incuestionable de la intuición («descubre un montoncito de brasas/ y algo le dice que allí reside/ el problema de la luz») como modo privilegiado de aproximación íntima al interior de los objetos. «Un instante luminoso» que requiere, por otro lado, el mayor de los trabajos: trazar «los límites de una esbelta figura» hasta obtener «una silueta reconocible». Esa idea de hacer (más) visible lo visible.

Dicho esto, habría que recuperar en este momento ese otro punto sobre el que llamábamos la atención al mencionar las herencias de Foucault y Mallarmé, para centrarnos fundamentalmente (aunque no en exclusiva) en la influencia ejercida por el segundo en este texto. Me refiero aquí a la posesión del espacio (hoja en blanco) como extensión de la existencia, tal y como vemos en esa extraña identificación entre la fractura del papel y el dolor físico, en el poema «JUGUETE PARA HACER POMPAS DE JABÓN». O la toma de conciencia de la página como espacio para la emancipación de la experiencia poética, ahora lugar de encuentro y generación de experiencias extraordinarias (creación-vivencia original). La hoja en blanco convertida en horizonte sobre el que proyectar y perder identidades (flujos constantes, ritmos). El papel entendido como abismo, como lugar a través del cual intenta abrirse paso el pensamiento.

Una empresa que requiere siempre un esfuerzo, un saber mantenerse en suspensión entre la elección y la renuncia. Como leemos en el capítulo tercero: «cualquier giro brusco, cualquier crujido en el espacio intervocálico o una interjección pronunciada sin el suficiente cuidado podía hacerse inopinadamente con las riendas de su destino». De manera anecdótica y a la luz de estas palabras, podríamos decir que How to do things with words ha sido mucho más que un título certero… El lenguaje en cuanto acto que puede intervenir en el destino.

Recuperemos entonces la idea de «imagen – acto», ahora en feliz contrato con esta misma, el «lenguaje – acto», en una relación (de solidaridad, si se quiere) que implica la actuación de una allí donde la otra resulta insuficiente, y viceversa. Puede haber llegado el tiempo de la imagen, pero el verbo aún sigue contando. «La verdad no es ni más ni menos inimaginable que indecible», decía Agamben, pero no por ello vamos a renunciar a «explicar pese a todo lo que es imposible explicar del todo» (Didi Huberman en Imágenes pese a todo). Una necesidad que Sandra Santana materializa de forma poética en este libro, con una naturalidad, tan sin aristas, que resulta abrumadora. Como hemos dicho, aquí se ecuentra la constatación irrenunciable de Santana como perito en lunas (por seguir con su metáfora), entendiendo Es el verbo tan frágil como una delicada obra poética que sin embargo encierra en su interior toda una Poética en el sentido más audaz de la palabra (su estructura simula la de un tratado. Sus poemas lo condensan). Rescato aquí un último verso: «el corazón del hombre sigue latiendo marcha atrás», entendiéndolo como traducción poética de esa idea del devenir («el producto cambiante y siempre / diferido/ de nuestra búsqueda») que consiste en ir avanzando tirando siempre en los dos sentidos, aunando así pasado y presente en un proceso de aplazamiento constante. Todo un acierto.

Al fin y al cabo, «NADIE DIJO QUE DECIR FUERA COSA FÁCIL». Tampoco vivir.

JARA CALLES

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  1. grandísimo, qué gustito me ha dado leerlo..

  2. gracias por el comentario, u.
    un placer tenerte por aquí.

    Jara

  3. oh, gracias a vosotros

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