Javier Codesal es un caso atípico en nuestro panorama creativo. Mantener un trabajo poético y artístico a un mismo tiempo y con la misma solidez es difícil de lograr. En este sentido, resulta preciso afirmar que es una persona que se muestra coherente consigo mismo y con el mundo en el que vive, en ambas disciplinas. Y es que gracias a trabajos como el suyo advertimos la profunda vinculación existente entre el videoarte y la poesía, dos propuestas estéticas que comparten multitud problemas. En ambas manifestaciones, las imágenes y las palabras son utilizadas fuera del ámbito artístico con funciones comunicativas, cosa que no impide que cualquiera de estos signos puedan generar una nueva realidad en el terreno creativo. Ahora bien, que compartan un mismo problema no quiere decir que vayan a dar la misma solución, ni mucho menos, y ésta es precisamente la virtud de Codesal, que logra salvarlos por separado y a la vez, unirlos en un mismo discurso estético, completamente coherente entre sí. Por eso, lo que sorprende es acercarse desde su trabajo de videoartista, con bastante reconocimiento y popularidad, al poético y comprobar que éste puede sustentarse por sí solo.
Si echamos un vistazo a las propuestas poéticas del siglo XX fácilmente podremos comprobar cómo la mayor parte de éstas, al margen de cualquier tendencia, ha basado su trabajo en la presencia – y entiéndase a ésta en sus múltiples posibilidades-, noción muy cercana a aquello que podríamos denominar como “estar”. A Codesal debemos ubicarle dentro de esta línea, en la que los ojos y las manos determinan la creación en torno al cuerpo, su principal materia de trabajo. Decía Temperley “voy hacia lo que menos conocí en mi vida: voy hacia mi cuerpo”; cosa de la que también podemos hablar en el caso del autor Oscense, la necesidad (sin reducciones egocéntricas) de abordar la presencia corpórea.
Feliz Humo fue el segundo trabajo poético publicado por Javier Codesal en el año 2004. En aquella edición no venal compartía espacio con una serie de fotografías que en esta necesaria reedición comercial de Periférica no aparecen. Claramente, el texto ha sido valorado con una autonomía que debemos apreciar como lectores. El libro está dividido en tres partes que muestran diferentes fases por la que pasa el elemento corporal frente a (o con) la enfermedad. En la primera de ellas, los objetos comienzan a distribuirse en torno al cuerpo: “Sábanas / sin nada más que algodón / pero con el poder absoluto / del juez”. Asistimos aquí a una serie de estados y revestimientos de la materia que ejercen las veces de correlato vivo, algo parecido a lo que el filósofo italiano Mario Perniola ha denominado “el sex appeal de lo inorgánico”. En este sentido, la relación del ojo con el cuerpo va moldeando los textos magistralmente a lo largo de las página, pero lo que de verdad despierta la inquietud del espectador/lector es la presencia contenida del final de las constantes vitales y el humo/ neuma. Para definir o cercar esta situación podemos acudir a dos versos recogidos en su primer libro, Imagen de Caín (Icaria, 2002): “Violencia extrema sin / movimiento alguno”.
Las construcciones artísticas que ofrece Javier Codesal podrían ser caracterizadas, además de por lo dicho anteriormente, en función de un cuerpo que se erige como eje central de las mismas y en el que sonido e imagen se henebran, dejando a su vez que sea el propio cuerpo quien asuma las funciones de cámara de resonancia y proyector; “el viento / halló su casa en cuencas libres”. Asimismo, otro elemento importantísimo, al que volveremos después, es el cuerpo como vacío desde el que parte la creación y la vida (“nacer o explotar”):
La boca
cierra un cajón de espesos muros
terciopelo
centro donde resuena
la columna de aire
Hueca forma cantable
vive la boca sus adentros
Éste poema es curiosamente con el que se abre el primer libro y el que actúa como definidor de mucho de su trabajo posterior. Esta noción particular de “vacío” se convierte en un elemento recurrente de su poesía, que encontramos en Ha nacido Manuel (Icaria, 2005) y en Feliz Humo. En ellos, se aprecia cómo el autor consigue unir vida y poesía en esos conductos vacíos que se llenan de aire o de humo. Por eso, en múltiples ocasiones ofrece muestras de esta unión, para él insalvable:
La cal amontonada en una esquina
espera
Carne en el lecho
manos
enloquecidas por lo blanco
No solo la cal amenaza al cuerpo, si no que también está amenazando al poema, pues se muestra dispuesta a borrar cualquier huella y a hacer de la página un desierto infranqueable. Pero este poema de la primera parte también está ejerciendo el poder de la presencia, del estar, que demora el final de la experiencia y que controla desde su posición amenazante de espera paciente y contenida. Aún así, las imágenes del aire y la cavidad no impiden que en la segunda parte del poemario se imponga el desierto y la creación se cierre, adquiriendo el cuerpo un nuevo estado que le permite mostrar un acercamiento totalmente diferente al anterior: “Estaba el regalo sobre la cama bien envuelto / cintas y papel suave / Intocable el interior”. Así, el humo termina por imponerse al final de esta sección, inundándolo todo. Es decir, el humo encuentra una nueva cavidad, mucho más grande, en la que desarrollarse y dar un sentido a la creación.
De esta manera entramos en la tercera parte del libro sin perder la continuidad de las anteriores, ni tampoco la autonomía de ninguno de los elementos. En este tercer tiempo volvemos a asistir a la presencia del humo, en este caso presencia inadvertida en la mayor parte de los textos, que vuelve a mostrarse determinante (como ocurría en la primera parte) sin que nunca se acabe por terminarse, como previsiblemente parecía. Su presencia está contenida en todos los poemas, hasta llegar al final donde aparece con forma de “humo feliz” que inunda. Aunque para llegar hasta este final antes debemos aludir a otro elemento que resulta clave aquí: la ausencia. No debemos confundirla con el vacío, pues la ausencia es el resultado de la destrucción del escenario al que asistimos:
La casa vacía es más blanda y como un
cuerpo abandonado se multiplica en seres
Muebles gordos chocan entre sí y
con las abombadas paredes hasta que
los pasillos se atoran y cae la luz
Que una casa maciza sustituya a la hueca
compensa el progresivo adelgazamiento
que hizo líneas de sus músculos
y ceniza sus huesos
De este modo, podríamos pensar que el humo no encuentra el lugar adecuado, que se impone el desierto sobre la página y poco a poco se pierde la posibilidad de conservar más palabras, pero como ya avanzaba anteriormente surge de la ausencia un aliento que empuja a una presencia, un “ser” imborrable:
El agujero en la pared
casi a la altura de las tejas
deja salir un tronco respirable
humo feliz
Es que el fuego no pudo con todo
Y el hombre resucitado
suelto en el aire
planea sin motor ni alas
limpiamente sobre su pecho
¿Hacia dónde va el humo? ¿hacia dónde va Javier Codesal? Mario Perniola propuso en su momento dos caminos contrarios, seguidos por el arte occidental. Por un lado, la tendencia hacia la apariencia y por el otro, la experiencia de realidad. A tenor de ello, a Javier Codesal debemos encuadrarlo necesariamente en esta segunda corriente. Son ya muchos filósofos los que han puesto de manifiesto la complejidad de lo real y la manera en que podemos (o no) acercarnos a ello. Durante varios periodos del siglo XX (y también anteriores, por supuesto) muchos creadores se han centrado en golpear continuamente con lo que podríamos denominar lo abyecto o lo crudo, pretendiendo con ello devolvernos una imagen que nos ayude a acercarnos al problema. Esta visto que no ha sido para nada resolutivo y como bien apunta Domingo Hernández Sánchez “después del realismo traumático, se ha optado por un aprovechamiento de todas las posibilidades que permite lo real. No es que la realidad haya desaparecido, como decían Virilio y Baudrillard, sino que se pretende exprimirse al máximo”. De esta manera, el ir hacia lo real supone un choque que ofrece más posibilidades de las que habitualmente se piensa de manera reduccionista. Implica todo ello un mayor grado de compromiso y constancia que no todos los creadores están dispuestos a asumir. Javier Codesal, en esta línea, ha entendido el material que surge al ir contra lo real, chispazos que podemos interpretar en la inclinación hacia los momentos felices , el feliz humo que gobierna el libro.
[…] Javier: Feliz humo. Càceres, 2009. ISBN: […]
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