espacio de crítica literaria y cultural

Frenesí. Atrocidad. Literatura argentina [«Opendoor», Iosi Havilio / «Bajo este sol tremendo», Carlos Busqued]

In Uncategorized on septiembre 30, 2009 at 8:07 pm

 

Andrés Serrano, The interpretation of dream (vagina dentata), 2001

La literatura de la pesada tiene que existir, pero si sólo existe ella, la literatura se acaba

ROBERTO BOLAÑO, Derivas de la Pesada

 

Las novedades editoriales que en los últimos meses llegan desde Argentina, muestran rasgos comunes que, para no caer en equívocos reduccionistas o aglutinadores, denominaremos con la más afortunada complicidad. Ésta es la que explica, desde la diferencia de cada una de las obras, la reunión, el vínculo que las mantiene y, a la vez, las significa. Si en la obra última del escritor argentino Sergio Chejfec observábamos una literatura a la deriva en términos de “nostalgia vacía” –en la que fábula dependía más de una imaginación que de la tradición, necesariamente hacinada en el olvido-, la escritura de la nueva literatura argentina se instala, precisamente, en espacios aparentemente inocuos o vacíos que cercioran el paso de un acontecimiento devastador. Es como una narrativa de resaca o del día después de, en la que no sucede nada más impactante que la propia observación de los destrozos y la sensación de incredulidad que se deposita en las palabras. En definitiva: se percibe la idea de que hay que digerir, de una vez por todas, los presupuestos literarios de esa literatura mítica (Martín Fierro de José Hernández), obligatoria (Borges, Bioy Casares, Cortázar, Marechal), tremenda (Soriano, Osvaldo Lamborghini, Arlt) e, incluso, la del muy presente Piglia o la de Rodrigo Fresán; todos nombres representativos de una tradición literaria de peso como la argentina. Por encima (o por debajo) de todos ellos está Roberto Bolaño, que no era argentino, pero sí un escritor perdido en la búsqueda y lectura imprescindible desde hace unos cuantos años. De estar todavía entre nosotros, seguramente el chileno habría reparado en dos óperas primas: Opendoor (Caballo de Troya, 2009) de Iosi Havilio y Bajo este sol tremendo (Anagrama, 2009) de Carlos Busqued. Ambos libros, que comparten esa juventud nerviosa y, sobre todo, la sensación de que se está escribiendo otra literatura, son cómplices de un comienzo en la deriva creativa del vacío.

En el caso de Opendoor la sencillez de su narrativa funciona como un elemento de su verdadera complejidad. Desde el comienzo totalmente concreto (un mundo adscrito al espacio urbano y a las distantes relaciones sociales) hasta ese improvisado “me siento feliz” del final, su ficción será lo más parecido a una deriva o, justamente, a un desvarío que arrastra consigo a la protagonista (sin nombre) hacia otro mundo: el rural. Probablemente, la incertidumbre de ese dejarse llevar va unida, significativamente, a esa ausencia nominal. Y es que, en la novela, la idea de presencia de lo real está marcada por su otro lado, más fantasmagórico si se quiere, que reconocemos en la ausencia. Por eso, la extraña y nunca constatada desaparición de Aída (imprecisa amante de la protagonista) será punto de inflexión para el devenir mismo de la historia. Iosi Havilio somete a su protagonista a lo impreciso de su narración, lo que hace que la obra tenga una impronta de aventura. Mientras los intensos encuentros con los personajes en Opendoor sustituyen a los momentos de soledad urbanas, las relaciones entre ellos construyen el auténtico sentido de la búsqueda. Opendoor no se entiende sin el carácter errático, de prueba, de riesgo o de experimentación consentida en un nuevo contexto regido, ahora, por “la exactitud del azar, lo cósmico, lo inevitable”. Por tanto, las drogas (el sempiterno porro) y el sexo frenético, de rubor, acaban con la idea del tiempo para la emancipación de una pérdida de tiempo más acorde. Como trasfondo, la historia de una ausencia que va ganando, paulatinamente, páginas dentro de la obra. Nos referimos al antiguo experimento psiquiátrico bautizado “Opendoor”, en el que los enfermos vivían en un régimen de libertad (puertas abiertas) y sin limitaciones clínicas, es decir, sin saberse enfermos. Lo interesante es que las dos historias convergen, precisamente, en esa pérdida de tiempo: espacio abierto e indeterminado. Los residuos de aquella locura sin ataduras y la exploración libérrima de su principal personaje se encuentran en la felicidad del día a día que se desprende del pasado.

Igualmente, los espacios indeterminados se convierten en elementos para lo indiscernible en Bajo este sol tremendo, trabajo que revela la amnesia de la lógica humana respecto a la irracionalidad animal. El problema de afirmarse en estos términos (lógica/irracionalidad) es que legitima aspectos demasiados explicativos para la más (literariamente) expresiva ambigüedad. Así, la crueldad y lo bizarro de la novela de Busqued tiene que ver más con lo impredecible e inesperado, de “ver hasta qué cosa es capaz de hacer o dejarse hacer una persona”. Si para Deleuze el límite “entre la metafísica y la física está en el cuerpo”, en la narración supone el comienzo para la perversión y la experimentación de nuevas sensaciones: “la elasticidad del organismo humano es algo tremendo, tremendo”. La atrocidad es una forma búsqueda. En esta tesitura su personaje principal, Cetarti, funciona como un cuerpo maleable e, inconscientemente, como responsable de las aberrantes acciones de Duarte y Danielito. Como ocurre en Opendoor, la inexplicable muerte de la madre y hermano de Cetarti (que nunca se llega a averiguar) propicia su rumbo hacia la deriva, una incertidumbre que se superpone excesivamente a un cuerpo ya de por sí intempestivo y drogado. En esta ocasión, no sólo los porros, sino también la televisión, proyectan un estado de aturdimiento opresivo en el que es imposible percibir lo real. El correlato de todos los hechos que aquí se traman, se encuentra diseminado en pequeños textos de pseudociencia a lo Muy interesante, que espectacularmente fetichizan la incontrolable fuerza de los animales cuando el hombre interviene sobre ellos. De este modo, Busqued redefine la contrapuesta dualidad irracional (animal)-racional (humana) en cualidades muy humanas como es la capacidad de dominio, el sentimiento perversión y la consciente ruptura de cualquier límite. La de Busqued es entonces una literatura que, como espacio posible, permite lo éticamente reprobable: “hay pornografía que uno no mira para hacerse una paja, la mira más como por curiosidad de hasta dónde puede llegar la especie humana”.

ANTONIO J. ALÍAS

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