espacio de crítica literaria y cultural

«La comedia de lo sublime», Domingo Hernández Sánchez.

In Domingo Hernández Sánchez, Uncategorized on octubre 30, 2009 at 8:22 pm

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La recién aparecida colección de Estética de la editorial Quálea comienza su andadura con un título, cuanto menos indispensable. La Comedia de lo sublime, último libro de Domingo Hernández Sánchez, inaugura una prometedora línea editorial, dirigida por el poeta Alberto Santamaría. Y digo indispensable, adjetivo normalmente atribuido a la reedición de clásicos, por entender que en la renovada escena editorial española se hacía necesario dar cabida a este tipo de publicaciones dedicadas a la Teoría de las artes y la Estética.

Gracias a una rigurosa genealogía de las relaciónes establecidas entre lo cómico y lo sublime, el autor rastrea el origen y sentido de ciertas prácticas artísticas contemporáneas, destinadas a trastocar esa vinculación mencionada. Para llevar a cabo esta tarea se sirve de la tradicional e inadecuada oposición establecida entre ambas y de aquellos términos que normalmente aparecen junto a ellas (lo trágico, lo bello, etc.).

Así, el primer capítulo de este libro está dedicado a la exposición de cómo y por qué se fraguó ese aparente antagonismo entre lo sublime y lo cómico, en el Romanticismo alemán, corriente de pensamiento que más y en mayor profundidad se ocupó de la dialéctica entre estos términos. En ella, podemos destacar tres posturas más o menos enfrentadas. Por un lado, la posición hegeliana que entiende a cada una de esas nociones como el modo propio de determinada etapa del desarrollo del Espíritu. Por otro, la de Jean Paul, quien ve al uno como contrario del otro. Y por último, la de los discípulos del primero, encargados de acomodar, en un determinado momento de la historia, el pensamiento de su maestro al de su “enemigo”. De éstas y otras visiones se desprende el actual conglomerado de significados atribuidos a dichas categorías, en el que dependiendo de bajo qué punto de vista se mire, lo sublime y lo cómico, se repelerán, precederán e incluso, complementarán.

Y es justo en este punto, en el que los límites entre uno y otro concepto aparecen como difusos, donde Domingo Hernández cifra la aparición de multitud de comportamientos estéticos y artísticos contemporáneos. Berliner ZimmerSegún el autor, las propuestas artísticas más convencionales de la actualidad han dejado de lado esa fructífera relación de inversión mantenida entre uno y otro estilo y practicada durante los dos siglos anteriores al momento presente, cuando lo sublime aparecía felizmente en lo cómico y viceversa. Además, en muchas ocasiones, uno y otro han llegado a diluirse en su contrario, olvidando aquello que los hace singulares. Pero aún así, todavía nos quedaría un resorte al que apelar: ciertas prácticas contemporáneas en las que rastrear esas inversiones de lo cómico en lo sublime y lo sublime en lo cómico. Y todo ello, perfectamente encuadrado en tres ámbitos muy concretos y vinculados entre sí: lo pintoresco, lo siniestro y el cuerpo.

En este sentido, los siguientes tres capítulos del libro se centran en cada una de estas áreas respectivamente, estableciendo siempre tanto la relación existente con las dialécticas de las que venimos hablando, como la que podemos encontrar entre ellos. Un ir y venir de dentro a fuera y vuelta a empezar, con el que vamos recorriendo esa estética de las inversiones aquí presentada.

De este modo, el segundo de los capítulos que componen el libro se ocupa de establecer las conexiones existentes entre cierto pintoresquismo moderno (que se suponía como la antesala de lo sublime) y la actual degradación de esta categoría, dada la sorprendente sobreexposición a la que ha sido sometida. Es decir, lo que antes era considerado como digno de representarse por poseer determinadas cualidades relacionadas con la belleza, el placer, etc., sirve ahora para establecer el patrón con el que justificar y señalar la existencia de una experiencia estética. Ejemplo de ello son, tal y como resalta el autor, las señales 109 del Código de circulación, que inundan las carreteras de nuestro país para advertirnos de que no podemos dejar pasar la ocasión de admirar un precioso paisaje. Una especie de caricaturización de lo pintoresco, como la de los parques temáticos, que afortunadamente no escapará a una posible inversión, de la que las fotografías de Jeff Wall son, como aquí se nos muestra, un magnífico ejemplo.

Pero, no va a ser lo exterior, el afuera, lo que está más allá y sobrepasa los límites, el único campo susceptible de sufrir las idas y venidas de los procesos dialécticos, sino que también la frontera, el espacio de indeterminación entre un lugar y otro (ahora la casa y el cuerpo), encontrará en las manifestaciones del arte actual o contemporáneo, una vía de escape a la espectacularización de sus propiedades.

En este sentido, la categoría de lo siniestro [Unheimlich] sirve aquí tanto para mostrar el sentimiento contrario al de lo sublime, como para llegar hasta la propia degradación de éste, en una nueva inversión: un Unheimlich fingido que ya nada tendrá que ver con esas experiencias estéticas comentadas por los románticos. Así, la casa, espacio desde el que con más frecuencia evaluamos lo ajeno, lo extraño, constituye el núcleo central de este capítulo. Y en él, el arte mostrará ejemplos de la casa como espacio privado que llama la atención del prójimo (La vida instrucciones de uso de Perec) o de la casa como nueva ventana que mostrar al mundo. De esta última situación se menciona como caso paradigmático el mítico collage de Hamilton, y su consiguiente banalización en un espacio que pierde toda intimidad y singularidad y se queda en mera cáscara. La House de Rachel Whiteread representa un buen ejemplo de ello. También encontramos muestras de la casa como imagen que ha perdido por completo esa dialéctica dentro- fuera, que podían ofrecer obras como las de Mona Hatoum, y ha adoptado la categoría de cosa, completamente impersonal y serializada, pues ya no hay otro al que temer por ser todo idéntico. No hace falta decir aquí que las obras en las que estamos pensando son Algunos apartamentos de Los Ángeles y Casas para América, de Edward Ruscha y Dan Gram respectivamente. Y como no, una simulación más, la de lo siniestro fingido, que surge como consecuencia de un sentimiento de nostalgia por la experiencia no vivida, que da título a este capítulo.

Por último y siguiendo el camino de los límites y la dialéctica del dentro-fuera nos encontramos con el terreno del cuerpo y la realidad desgarrada, en el que muchas prácticas artísticas contemporáneas habrían querido encontrar la sublimación de lo real y un supuesto acceso a la realidad inmediata. Pero tal y como expondrá de manera ejemplar Domingo Hernández, esa pretendida experiencia directa a través de un arte crudo y lleno de vísceras, no hará más que volver a caer en su contrario; es decir, en una espectacularización, en la creación de una nueva imagen, y además vacía, de una realidad que nos sobrepasa, verdaderamente sublime.

Es así como La comedia de lo sublime nos muestra el rostro jánico de nuestro entorno y analiza las propuestas que el arte contemporáneo ha desarrollado en torno a dicha cualidad. Un recorrido tremendamente necesario que en este libro se plantea de manera ejemplar.

ROSA BENÉITEZ.

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