Se ha hablado de la tardanza del arranque de la literatura pop-moderna en España respecto a otros panoramas como el norteamericano. Pero si ampliamos el espectro a todas las disciplinas narrativas, hay que reconocer que en películas como El día de la Bestia (1995) ya se encuentran planteadas gran parte de las consignas estéticas que hoy se venden como innovadoras en nuestros círculos literarios. Ahora Seix Barral reedita Payasos en la lavadora (1997), una novela que el Álex de la Iglesia, según asegura en una entrevista a El País, escribió después del rodaje de Acción mutante, su primer largometraje, entre 1993 y 1995. ¿Y por qué ahora es un buen momento para volver a publicarla? Venciendo la desconfianza que suscitan los primeros pinitos en literatura de cualquier personaje público, hay buenas razones para abordar esta obra y dilucidar si debe ser tenida en cuenta. Álex de la Iglesia no solo tiene en su haber las credenciales de haber trabajado, con varios años de adelanto, desde presupuestos que hoy nutren a creadores literarios españoles de última generación; también le tenemos leídas algunas columnas excelentes que no dejan lugar a dudas: sabe escribir. Algo muy útil (aunque ni mucho menos indispensable) para ponerle tu nombre a una novela.
Con esta presentación, queda claro que abordamos la obra con las mismas expectativas que la de autores como Kiko Amat, Eloy Fernández Porta o Robert Juan Cantavella, por citar gente que comparte alguna similitud con la propuesta de Álex de la Iglesia, quien revela en su novela una postura intelectual hoy muy reconocible: referencias continuas a la cultura geek, exaltación de tópicos de la vulgaridad como los restaurantes chinos, la televisión o la grasa, análisis irónicos del impacto social de Earl Miller, fotógrafo de Penhouse, contagio de los lenguajes audiovisuales, del entertainment, etc. Sin embargo, la sensación es que Payasos en la lavadora ha quedado desfasada en este sarao. Quince años atrás, en el momento de su gestación, esta idiosincrasia era de por sí lo suficientemente rompedora como para justificar el texto sin más méritos añadidos. Hoy, pese a su actualidad, no reporta novedad alguna. Su lectura parece advertirnos de la superación de una primera fase de la novela pop-moderna en España, una vez su programa reivindicativo contra la concepción neoclásica de cultura ya ha sido asimilado, y no basta para sostener una obra, que necesitará de mayor genio y brillantez para resultar nutritiva. Desde esa ambición, Payasos en la lavadora queda al mismo nivel (no mejor, pero tampoco peor) que otras novelas del estilo que hoy gozan de cierta proyección.
La literatura se ofrece demasiado a menudo como territorio laxo donde creadores de otras disciplinas hacen incursiones confiando en la recepción bienintencionada de sus fans. Pero como fan, espero que un libro aspire a algo más que ser una curiosidad para fetichistas, a algo más que esos álbumes navideños que el músico compone con cortes desechados de sus primeros discos. Admiro a Álex de la Iglesia por su excelencia creativa, y no me resigno a que su novela rebaje tanto el nivel de exigencia formal que él mismo se impone en sus películas. Payasos en la lavadora queda muy lejos de la calidad técnica de su último film, Los crímenes de Oxford. Los problemas, sobre todo, surgen en torno a los elementos que se hallan entreverados en la trama de corte cinematográfico que sostiene el libro. Se incluyen anécdotas de la infancia del autor con un estilo pobre, cercano al de las colecciones deslavazadas de recuerdos que componen muchas biografías. También se insertan pequeñas imágenes que resultan ridículas por la falta de criterio a la hora de establecer una relación interesante entre palabra e imagen: si se habla de Bruce Lee, pongo una fotito de Bruce Lee, si se habla del whiski Dyc, pongo una botellita de Dyc, si se habla de botas, pongo una imagen de una… bota. Pero quizás sea el discurso de la voz narradora (el relato es en primera persona), lo que acaba por marcar al libro como un producto demasiado inmaduro para rescatarlo en un momento tan avanzado en la carrera del autor. El protagonista, un joven poeta fracasado que vive en Bilbao, se recrea con demasiada seriedad en las angustias pubertosas del inadaptado friki. Y los demás personajes serían geniales si no fuera porque vienen a priori interpretados y sojuzgados por este narrador inflado de rabia adolescente. Solo cuando la narración se libera de tanta opinión y se centra en la acción, el libro se pone realmente divertido. Y entonces… ¡Zaca! otra página de anécdotas biográficas.
Con todo, si nos abstraemos de lo anterior, queda un relato que contiene muchos hallazgos de la primera etapa del director, la más original desde el punto de vista artístico. El uso irónico de la violencia como expresión contestataria al status y la autoridad, con ese gore light y las secuencias humorísticas de acción, también sirven en Payasos en la lavadora como alegato del estado mental de una generación que ha sustituido la violencia por su representación, y la satisfacción directa de sus instintos por su proyección en experiencias que ocurren al otro lado de la pantalla. Su retrato en la novela de la Semana Grande de Bilbao resulta una clara prolongación de los paisajes nacionales de Acción mutante o El día de la Bestia, mezcla entre futurismo castizo y sátira social, con toques oscurantistas, apocalípticos, que sirven para crear desdoblamientos de la realidad cotidiana, publicitaria, marcada por el bienestar y el consumo, pero siempre desenmascarada por la irrupción de outsiders políticamente incorrectos. Sobre todo en la última parte, Álex de la Iglesia logra crear una atmósfera intensa, con pasajes muy divertidos, como cuando el protagonista empieza a distorsionar la realidad después de una ingesta masiva de drogas. Con todo, el desarrollo de la acción se vale de giros argumentales, situaciones y gags que suelen aceptarse como recursos válidos en el cine de entretenimiento, pero quizás resulten manidos para el lector Alfa, ese que no lee novelas de género, que no disfruta de las sagas ni del cine comercial, no tiene consola, y considera que la literatura siempre ha de aspirar a ser una obra de arte. Para los demás, hay esperanza.
Estimado Miguel, como sin duda sabes a estas alturas, se trata de una reedición. Esos doce años de intervalo entre la primera edición y esta que comentas son la causa del “retraso” que describes, casi seguro. Por tanto, no se trata del momento de gestación, dado que ya fue publicada entonces, lo que dice mucho de la caducidad de tanto que nos rodea. Muy divertido eso del lector alfa, por cierto. Un saludo y hasta otra.
Payasos en la lavadora (Planeta,1997; Seix Barral, 2009?)
http://es.wikipedia.org/wiki/Payasos_en_la_lavadora
Portada original
Portada reedición 2009
Comentarios sueltos encontrados en la red:
Payasos en la lavadora la primera vez
http://confesionesdeuntranseunte.blogspot.com/2007/10/payasos-en-la-lavadora.html
Payasos en la lavadora otra vez
http://desdelaquintaplanta.blogspot.com/2009/03/payasos-en-la-lavadora-otra-vez.html
Mea culpa y precisión. Al conocer la edición original, no he leído el artículo-entrevista de El País hasta ahora mismo, sorry!
Carlos, muchas gracias por estar tan atento y por la importante puntalización. ¡Efectivamente, se me había pasado que había habido una reedición en 1997 del texto de la mano de Planeta! Una vez más, nos tenemos que felicitar de trabajar en formato blog, lo que nos permite contar con aportaciones tan valiosas como la tuya. Por justicia con el autor, he corregido el dato en el artículo, que conste aquí. Saludos.