Cuando miro
hacia abajo
siempre quedo más pequeño.
Por mirar.
Espaldamaceta
Esa extraña sensación que uno experimenta cuando se tumba boca arriba en la cama, en un sofá o en la hierba, de que los pensamientos se van asociando sin que nuestra mente ejerza control alguno sobre ellos y que resulta de intentar dar forma a esa retahíla de ideas-destello, se asemeja a la experimentada con algunos de los poemas de Un fragor indeterminado de Luis Muñiz. Sería ingenuo pensar aquí, que si el lector tiene tal sentimiento es porque está experimentando lo mismo que el autor sintió al escribir sus poemas, ya que muy por el contrario lo que encontramos en este libro de Muñiz es una reflexión sobre la capacidad de representación de sentimientos como éste, que no se adecuan a las categorizaciones más comunes y que paradójicamente padecemos continuamente en nuestra vida cotidiana.
La vida, a la que sólo conocemos mientras vivimos, dice el autor, se entiende en estas páginas como el ruido de fondo, el rumor incesante que nos acompaña todos los días y al que precisamente por esa monotonía y en nuestro afán de buscar lo sorprendente, no atendemos como deberíamos.