La figura del genio lleva acechando a las artes desde que éstas tienen nombre. Si Platón separaba a estos afortunados hombres del resto de los mortales, por ser la voz a través de la cual hablaban los dioses, (ésta es la famosa inspiración de las musas que tanto daño a hecho al imaginario colectivo), Kant los catapultó hasta lo más alto, cuando dijo que «el genio consiste propiamente en la proporción feliz, que ninguna ciencia puede enseñar y ninguna laboriosidad aprender, para encontrar ideas a un concepto dado, y dar, por otra parte, con la expresión mediante la cual la disposición subjetiva del espíritu producida pueda ser comunicada a otros». De esta manera, puesto que ya le apoyaba la teoría, y provisto de un don innato, el genio romántico lo único que tuvo que hacer fue autoproclamarse como el portador de la verdad, la originalidad y la autenticidad, así como el único conocedor de las esencias de la naturaleza. Lee el resto de esta entrada »