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Las aguas que viste, donde está sentada la prostituta,
son pueblos y multitudes y naciones y lenguas […]
Pues Dios ha puesto en sus corazones que ejecuten
el plan divino, que cumplan aquel plan común
y que entreguen su reino a la bestia
APOCALIPSIS 17, 3-18, 14
Intro. Existe un trágico cotidiano que es mucho más real, mucho más profundo y mucho más conforme con nuestro ser verdadero que lo trágico de las grandes aventuras [Maeterlinck]: el tedio, un vicio que lleva tanto a una existencia ab-horrere como al zapping televisivo; el último de los pecados capitales. // play Si hace unas semanas hablábamos de una peculiar firma empresarial –Morthotel-, ahora es el momento de otra extraña [corpo]ración, ésta también relacionada con el éxito y la muerte, aunque de un modo distinto: si con Jack el Destripador empezó el siglo veinte, tengo la sensación de que conmigo se agota patética e ineluctablemente la fórmula, afirma, no sin cierta exuberancia verbal, un cínico Joel, protagonista de esta novela pero último eslabón de la singular compañía.
Con un inicio que nos recuerda a comienzos de películas como Lost Highway o Benny´s video (en tanto son tres los niveles de recepción en este momento: el de la cámara del bar, el del propio Joel y el nuestro) nos adentramos en una trama confusa y algo bizarra, dispuesta en tracks, cuya pauta va marcada unas veces por las necesidades de Joel, y otras por el capricho del narrador: dos voces que en ocasiones se confunden o se desdicen y que juegan a aportar más dinamismo, pero también distancia –y esto es fundamental en este texto- a la narración. Una narración, por cierto, cargada de referencias y puntos de fuga, como son el cine (Tarantino, Tarkovski, Chan-Wook Park, Kubrick, Ridley Scott, Monty Phyton), la música (Tchaikovsky, Tom Waits, Ozzy Osbourne), o la televisión, la física, la medicina, la óptica, la lógica, la informática, el arte, la literatura, el periodismo…etc. Una nómina abrumadora que da perfecta cuenta del uso y función de su licencia creativa –que en absoluto podemos pensar gratuita-.
//rew Pero rebobinemos, volvamos al punto de partida, porque es justamente ese vídeo el que configura el leitmotiv de la narración, el objeto de la búsqueda de Joel o, lo que es lo mismo, el elemento decisivo para el desarrollo de la trama de esta novela.
Y es que la organización –mafia- para la que trabaja Joel sigue una peculiar política empresarial: la concesión de determinados deseos a cambio de la entrega de alguna de las partes del cuerpo de sus clientes –renovados faustos para este siglo veintiuno-, y sin posibilidad de resistencia; evidentemente, esto hacía del trabajo de Joel algo triunfalmente rápido y limpio [pague su hipoteca en cómodos plazos], y bien pagado. Porque los accidentes fortuitos existen, sí, pero a partir de ahora, fíjate. […] Si le cedes el sitio en el bus a un lisiado para que ocupe tu asiento piensa en lo que habrá obtenido a cambio. En que a lo mejor eres tú el disminuido. En la deuda que habrá contraído.
Aunque, como no podría ser de otra forma, el problema aparece cuando la concesión conlleva la propia mutabilidad del cliente, porque si, como ocurre, éste se niega a pagar su saldo, entonces todo se complica. Y he aquí la peripecia, en el sentido más teatral del término, que hace que su rutina se desestabilice y mute su estado [¿está, acaso, convirtiéndose en un monstruo?]. Porque de hecho, incluso (o a pesar) del Manual del buen detective y de la confianza que él mismo deposita en su modus operandi, le asaltan dudas, inseguridades, y miedo. Se enfrenta a una criatura posthumana, a la simbiosis poética de Konstantin Stanislavski (autor del Método) y Jean Giraudoux (popular escritor francés de principios del siglo veinte), aquí socios y amantes, devenidos una sola personalidad o conciencia –maleable a su antojo- para la consecución del arte total; la asunción del artista perfecto. Averiguarán cómo ser libres al fin. […] Lo harán por su amor y lo harán en nombre del Arte: del Método.
De este modo, su vertiginosa investigación le precipitará a la decadente y apestosa Venecia, manido topoi si se quiere, donde se sucederán diversos episodios –verdaderamente visuales, incluso fílmicos- hasta llegar al desenlace de esta historia, en un final desesperado, cuando la línea de la vida está empezando a sangrar, y en el que no falta de nada: el choque de esencias: el señor de las infinitas identidades contra el hombre sin personalidad. Un encuentro dialéctico y tenso que, finalmente, desemboca en un suceso que cobra dimensiones bíblicas: un apocalipsis desconcertante, barroco, incluso kitsch.
Venecia cruje.
// pause [porque eso no es todo ]. Dice D. Scott Brown que las nuevas fuentes se buscan cuando las viejas formas se vuelves caducas y la salida no está clara, y tiene razón. Como ejemplo, Cut and Roll: una novela que puede entenderse –más allá de juicios valorativos- bajo la lógica del Nuevo Humanismo.
En este sentido, Cut and Roll aborda asuntos interesantes relacionados con este tema, y en muy estrecha relación con la propia problemática que el texto acoge: los cyborgs, los autómatas, los replicantes. Según leemos, los cuerpos humanos puros están en desuso. La tecnología está ahí para que la usemos, pero también para que formemos parte de ella, para que nos mezclemos con ella, para que la invitemos a nuestras casas, a nuestra carne. Por extensión, podemos pensar en identidades mutantes, en sujetos que ya no pueden entenderse desde el punto de vista tradicional: se trata de un modo de existencia terminal, la del ser humano conectado a redes y utilizando el lenguaje de las redes, “siendo digital” (JL Molinuevo); tecnológico.
Un nuevo paradigma que, en este caso en concreto, aparece materializado no ya sólo en su temática, sino también, por ejemplo, en la inclusión de fragmentos del lenguaje informático, más allá de un uso (y función) meramente anecdótico o esteticista. Si recordamos, el modo de actuación (funcionamiento) de Joel responde, como él mismo señala en repetidas ocasiones, a las coordenadas propias que ejecutaría un autómata: la ejecución directa y eficiente (automática) de determinados comandos [77 else return –1; // función actuar -› ok] y sin ningún tipo de cuestionamiento moral o ético.
Muy en esta línea, en Cut and Roll, considero, se propone además una lectura encuadrada dentro de un modo loop: un discurso en bucle que plantea distintos niveles de expresión, en un tiempo discontinuo y fragmentado, muy acorde, como bien puede deducirse, con esa idea de corte tan presente en toda esta narración (tanto desde su estructuración formal –27 tracks- como desde la propia producción del discurso –el propio cuerpo, la misma historia- y el título, que alude claramente a los comandos [cut and paste] del lenguaje informático, y a la música rock: los dos imaginarios sobre los que gravita esta narración).
Tan es así, que es justamente esta configuración en bucle la que sostiene y propicia el volumen semántico de la obra, ya sea focalizado en los peces (tratamiento de la violencia, pero también de la supervivencia), en el bonsái (y el arte -irónico- de la poda) o en el camaleón (y la reflexión sobre la propia identidad); factores, al fin y al cabo, que contribuyen a la continuidad de ese bucle perfecto de planos semánticos superpuestos e interrelacionados. Porque el efecto poético (decía Lotman) reside justamente en la íntima relación que guardan, por defecto, los aspectos formales (la disposición del texto) y los semánticos (el contenido), ambos indisociables.
Esc.
JARA CALLES