espacio de crítica literaria y cultural

«habitación», Diego Llorente

In Diego Llorente, Uncategorized on julio 10, 2010 at 11:43 am

Desde no hace mucho tiempo, resulta excesivamente frecuente la aparición de un cierto grupo de lectores que exige a los libros de poetas jóvenes un acabamiento impropio de esos trabajos. Probablemente, este requerimiento venga motivado por el hartazgo que produce encontrar un buen número de poemarios no conscientes de su propia condición, ni del contexto estético en el que se inscriben. Pero una vez más, la presencia abrumadora de lo inerte tiene la capacidad de eclipsar los logros de muchos escritores noveles que se esfuerzan por encontrar caminos por los que ir transitando el hecho literario.

Este sería el caso de Diego Llorente que, con habitación, su primer poemario y II Premio de Poesía Joven «Pablo García Baena», escapa del exceso que normalmente acecha al iniciado; y persigue, en aquellos ámbitos más alejados de la grandilocuencia, la feliz aparición de lo extraordinario.

De ahí, justamente, que el sujeto poético de estos versos se encuentre modulado por el entorno, en una suerte de ἐποχή, donde son las cosas quienes llevan a cabo la consecución de las acciones. El entorno cumple, pues, la función de la conciencia. Del mismo modo, las acotaciones sentimentales, espaciales y temporales que aparecen al final de algunos de los poemas —casi a modo de título— resuelven el ambiente donde debe ubicarse la impresión.

En este sentido, el paisaje aparece como uno de los núcleos centrales del poemario, y sus variaciones pueden ser comparables a las experimentadas por el propio individuo:

«estiro

mapas

camino

con los ojos

abiertos

los cierro

en el silencio.

miro

las manos

el pastor.

aspiro

la bruma

el verde.

recuerdo.

miro

veo

el vuelo

los pájaros.

observo.

caigo.

caen las hojas.

se borra

el mundo.

me borro.

nada.»

Curiosamente, esta apertura hacia el exterior está enmarcada en la primera sección del libro, que recibe el título de «la habitación». De este modo, es desde este marco cerrado e íntimo de la casa, donde se experimenta el afuera. La contrapartida, entonces, será la que ofrezca la segunda parte del poemario, «la ventana», dado que en ella van a quedar situados los acontecimientos normalmente relacionados con las regiones más introspectivas de la existencia, del habitar. Es decir, el espacio exterior queda encuadrado en la habitación y el interior corre el peligro constante de escapar por la ventana:

«esta mañana, con la espuma de la pasta de dientes, corrió también la sangre. miré por la ventana: un cielo pedregoso. ya no sabía. imaginaba una habitación. cercana y fría.

¿qué querían?»

Por eso, en cierto modo, esta ventana también nos está mostrando el exterior de la casa, no ya ese vasto territorio que aparecía en los primeros poemas, sino aquel que ya constituye nuestro paisaje contemporáneo: la ciudad.

Es, entonces, en esta dialéctica del dentro-entre-fuera, donde la palabra va recorriendo las vías de la musicalidad hacia la profundidad, y vuelta a empezar, casi de la misma manera en la que la luz aparece y desaparece a lo largo de los versos de habitación.

En este sentido, la ausencia o presencia de luz articula la posibilidad de hacer visible, y a la vez cognoscible, la realidad experimentada: «sólo/ luces de coches/ dando cuenta/ del crimen». Este proceder discursivo anuncia, a su vez, otra de las estrategias desarrolladas en el libro, aquella que, invirtiendo la disposición tradicional de los elementos lingüísticos, posibilita no sólo ir de los efectos a las causas, sino también trazar el camino inverso, ése que adelanta el origen a la presencia de la sensación: «del suelo el olor a lluvia»

Varios elementos inorgánicos, corrosivos o destructivos: lejía, amoniaco, sal, hoguera, ceniza, etc. se asoman a lo largo del texto sumándose a la ya mencionada utilización de las oposiciones. Si en un nivel general los poemas nos situaban entre el interior y el exterior, de nuevo la posibilidad de permanecer en un punto medio, el que va de lo vivo a lo muerto, evita fijar una posición única e inamovible.

Por eso señalábamos al comienzo que trabajos como el de Diego Llorente no persiguen establecer limitaciones discursivas, cuerpos textuales cerrados, sino ir sumando perspectivas, que no tienen por qué invalidar a las anteriores. Y es que aquellos que pretenden encontrar en la poesía joven española un punto y final con el que establecer las bases de un sistema poético acabado, no están sino cerrándole las puertas a la poesía misma, en tanto indagación y experimentación constante del lenguaje. Olvidan además una de las grandes aportaciones que nos dejó Don José Ortega y Gasset: la de la vida como un «ensayo» constante.

ROSA BENÉITEZ.

  1. Me gusta, sobre todo la parte que finaliza la entrada: el ensayo. Volver a hacerse las preguntas, sobre todo volver a examinar las palabras que hacen las preguntas.

    Un saludo,

    • Ésa era la idea malvisto, un tanteo continuo que vaya abriendo caminos y ampliando perspectivas. Muchas gracias por tu comentario.

      Saludos,
      Rosa.

  2. Estimada reseñadora, no entendí bien a qué te refieres con lo que dices en el primer párrafo sobre las exigencias que se tienen con los jóvenes poetas, ¿podrías concretarlo un poco? Muchas gracias

    • Estimado Lázaro,
      gracias a ti por la pregunta. En la entrada, trataba de resaltar, a partir del libro de Diego Llorente, una situación presente en el entramado poético nacional. No hace mucho, en este mismo espacio, algunos lectores le achacaban a la poesía de Luna Miguel una falta de madurez que además, según ellos, le impediría seguir creciendo como poeta en un futuro. Lo que se obvia en apreciaciones como ésta, que como digo no son aisladas, es que la poesía, y en concreto la poesía joven, es el punto de partida de un largo recorrido que no finaliza en la publicación de un primer libro. Por eso, mi comentario estaba encaminado a entender estas tentativas poéticas como ensayo de ensayos; incursiones literarias que afortunadamente nunca van a quedar cerradas.
      Espero haber aclarado mi propuesta y agradezco tu participación.

      Saludos,
      Rosa.

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