espacio de crítica literaria y cultural

Mecánica natural

In Uncategorized on noviembre 24, 2007 at 6:21 pm

Acaba de llegarme una noticia horizontal

y enorme: abrieron un IKEA

en Jerusalén

Mercedes Cebrián


La situación es esta:

Uno va por la A-4 y le asaltan concesionarios, almacenes, urbanizaciones acomodadas, (carteles de las que están por venir), cultivos, estaciones de servicio, modernos palacios del placer, alguna que otra población de vida extinguida, quitamiedos, más campos sembrados, praderas, tierras baldías y, por último, aquello a lo hemos dado en llamar paisaje. Si como se pone de manifiesto en la exposición celebrada recientemente en el DA2 de Salamanca, Idilio (5 de junio- 8 de septiembre, 2007), todos los nuevos espacios industrializados son nuestros “locus amoenus”, es difícil que las nuevas representaciones paisajísticas (entendiendo aquí el término tanto en su dimensión natural, como artificial -si es que en realidad difieren en algo-) coincidan con la antigua Arcadia. El deseo de felicidad sería el vector que justifica la creación del idilio, la formación de una utopía que satisfaga el ansia humana de existencia paradisíaca. Pero a diferencia de la vieja válvula de escape utópica, el viaje actual no es de huída, sino de aceptación. Si Virgilio trataba de crear un no-lugar (puesto que era ficticio) en el que la armonía, la naturaleza y el amor estructurasen el espacio, ahora las artes buscan nuestros no-lugares en las inmediaciones de lo común para alcanzar la felicidad.

Por tanto, si el antiguo concepto de idilio acarreaba la desilusión de saber la irrealización de la utopía (estableciendo en su lugar su opuesto: la distopía), no puede extrañarnos que actualmente las nuevas tomas de lugar luchen por asumir en tierra nuestra felicidad. Por eso no se crean lugares ficticios en pos de una alternativa, sino que lo que se produce es una apropiación de los existentes. Así las cosas, no debemos tomar estas representaciones artísticas como meras denuncias a espacios desencantados, violentados o inhóspitos, sino como la asunción de nuestro nuevo paraíso, ahora ya en tierra. Lo paradójico, en este caso, es que este paraíso no es universal, ya que, como bien muestra Franz Ackermann, aquellos lugares que muchos escogen para establecer su paisaje ideal son a la vez el infierno para los que escapan en pateras a su paraíso vital. De ahí que seamos nosotros y no los antiguos los que de una manera individual alcancemos la utopía, puesto que la tenemos (aquí) delante, situada en una naturaleza desarmonizada, a la que hemos configurado a través de una continua relación dialéctica de amor-odio.

De esta manera podemos seguir rastreando nuestro idilio terrenal en aquellas formas que históricamente se han encargado de crear los mundos posibles del ser humano: las artes, que ahora no cumplen tanto una función filial con esos mundos, como observadora. Así, en Nocilla Dream, Agustín Fernández Mallo no crea unas micronaciones llenas de fuentes, prados y pajaritos, sino que las hace a imagen y semejanza de la ciudad del capitalismo tardío: colegio, restaurantes, viviendas, tiendas… (Fernández Mallo, Candaya, 2007). Por tanto, teniendo en cuenta que estos personajes que eligen habitar las micronaciones son personas que explotan al máximo las tecnologías, y que pueden conciliar los pastos de vacas con los helipuertos, entendemos que se obviara la posibilidad de darles un paisaje bucólico, alejado de toda forma industrial y en armonía con la naturaleza, sin que pueda ser ya de otro modo. Por la misma razón, aquellos que de alguna manera emprenden otro tipo de viaje encuentran su dicha, e incluso el Aleph, en espacios tan desechos como el aparcamiento de un casino de Las Vegas.xaviweb

En este mismo sentido, podríamos situar las fotografías de Xavier Ribas de la serie “domingos”, expuestas en el DA2, donde los ociosos domingueros disfrutan de su tiempo en las inmediaciones de polígonos industriales, cunetas, o en los desérticos aledaños de las urbanizaciones, como nuevos idilios cotidianos, fuera ya de los espacios dados (centros comerciales, parques de atracciones, casas rurales, etc.)

Dentro de este nuevo horizonte hay algo a lo que aún nuestra mirada no se ha acostumbrado, algo que nuestra percepción todavía no ha automatizado, un elemento que, en términos kantianos, nos conmueve. Este elemento, que sigue respetando los cánones de belleza clásicos y que no incomoda a un espectador de gusto armonioso y empeñado en continuar con el antiguo idilio, es la central eólica, aun siendo esta, paradójicamente, uno de los exponentes del progreso industrial y tecnológico. Su blancura, pureza, inmensidad y armonía se escapan de las nuevas configuraciones paisajísticas que todos hemos aceptado, al tiempo que nos devuelven directamente a la Arcadia. Es la experiencia estética del viaje por las autovías del S. XXI.

Y la situación termina(ría) así.

ROSA BENÉITEZ.

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  1. Rogers describe Londres como ciudad políticamente paralizada, es decir los políticos no tienen liderazgo, no toman decisiones, que parece hallarse totalmente en manos de los promotores inmobiliarios.
    A la hora de llegar a cabo renovaciones fundamentales del espacio urbano los planes se aprueban sin que se sometan a exámenes tan minuciosos como los que se podrían aplicar hoy en día a una “solicitud municipal ” de instalación de un letrero luminoso en un puesto de fish an chip.
    Rogers concluye que lo que se necesita fundamentalmente es una institución que proteja el espacio público y no lo que ha ocurrido con las carpas del Paseo de Córdoba.
    El orden social y la distribución de la población de una ciudad pueden cambiar pero lo hace de una forma que manda tienen que ver con lo que los urbanistas consideran como ideal
    El flujo de la economía, la sociedad y la cultura (El Corte Inglés) pueden contradecir e incluso invalidar las ideas y las teorías defendidas por los planificadores.
    La existencia de un peligro creciente de que el ámbito público quede reducido a los restos inutilizables que quedan entre los compartimientos estancos de espacio privado:
    La interacción humana en este estéril espacio residual se limita al conflicto entre los automovilistas y los peatones, entre ricos y los desposeídos. Los interfaces o puntos de contracto entre el dominio público y los espacios públicos pueden ser tanto los escaparates de comercios como los mecanismos ideados par impedir las entradas de otras personas.

  2. Acaba de llegarme una noticia horizontal
    y enorme: van a abrir un «las vegas»
    en Monegros

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