espacio de crítica literaria y cultural

La paleta de Carlos Jiménez Arribas: «Darwin en las galápagos»

In Carlos Jiménez Arribas, Uncategorized on abril 17, 2008 at 2:15 pm

Habitualmente podemos advertir en los humanos una necesidad de signar el mundo; búsqueda de una comprensión que se nos antoja necesaria. darwinEl inconveniente es que la realidad va más allá de su supuesta capacidad sígnica, y la tarea de catalogarla se torna innecesaria e imposible. Los textos que componen Darwin en las Galápagos no pretenden abarcar el mundo, sino por el contrario ofrecer una mirada múltiple, a través del tiempo y el espacio de cada poema, lugar en el que el sujeto poemático se sitúa y va descubriendo un territorio interior y exterior. Así, con armonía, despliega su mirada dejando constancia del universo natural.

La elección de Carlos Jiménez Arribas por el poema en prosa responde a su necesidad indagatoria, depurando cada palabra, para hacer de cada poema un nuevo territorio donde se perciben los pasos de su búsqueda. Pero si algo hay que destacar además del hecho de que haya elegido la forma poética en prosa, es que haya realizado otra selección mucho más honda y de mayor repercusión: la utilización de técnicas pictóricas que hacen de sus poemas, paleta en mano, territorios de luz y sombra. Todo ello al margen de que en una de las partes del libro, “Encantamiento del marinero”, los poemas estén presentados en espacios de artistas plásticos, pues su influencia y aplicación se extienden por todo el libro.

Los focos de luz son situados en el poema de manera que nuestra mirada es dirigida hacia ellos, en una operación que bien podría suponer el “correlato objetivo” de la observación del mundo exterior, puesto que ésta también aparece condicionada, en algunas ocasiones de forma explícita y en otras figurada, por el espacio y por la luz.

Así, podría destacarse cierto impresionismo encargado de desdibujar las líneas, a semejanza del modo en el que Darwin derribaba las zonas limítrofes de las especies buscando un origen común, (simplificando mucho esta cuestión, y adaptándola al objeto que nos ocupa); en consecuencia, después, distinguiríamos la forma a partir del color.

Pero todas estas configuraciones distan mucho de lo que podríamos denominar evolución natural. De esta manera, la arbitrariedad se impone como rasgo disuasorio de toda generalización y materialización. El terreno no sería definitivo, no cabría la posibilidad de extrapolar cualquier afirmación a cerca de lo observado. Por todo ello, el sujeto toma conciencia de que en su mirada hay algo de foco pictórico, derivado de la visión y llevado al terreno de la escritura.

Así las cosas, asume sus limitaciones y comienza a construir a través de ellas. Materia y contenido se internan en el mundo natural, El camino no es el pájaro. Es su extensión, su jaula abierta, lo visible de su canto.

A pesar de ello, el poema no es sólo construcción a través de la luz, sino que en él también hay cabida para las zonas menos iluminadas, que ofrecen mayor sostenibilidad y conforman los bordes de la escritura del autor, sus límites con el exterior.

Entre luces y sombras se descubre en Darwin en las Galápagos una interesante superficie que se debate entre el interior y el exterior del sujeto, como también lo hace entre el interior y el exterior del libro.

PABLO LÓPEZ CARBALLO

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