Este puente compartimos con Jorge Carrión algunas ideas sobre Australia, un viaje: blog de Jorge Carrión
Jorge Carrión creció en Mataró, hijo de andaluces. Nació en 1976 y ha escrito un libro sobre la inmigración española en Australia, tomando como punto de partida la historia de una rama de su propia familia que emigró al continente en los años sesenta. Durante dos meses, Carrión viajó por el continente anotando testimonios de sus familiares y recorriendo las mismas rutas que estos siguieron en busca de trabajo y oportunidades, y también visitó misiones religiosas españolas y demás vestigios de la presencia ibérica desde los años del descubrimiento. El libro nos habla de esas historias, desplegadas conforme Carrión avanza por la geografía del país, intercaladas con la propia historia de Australia, del puro viaje y de las personas que el azar puso en su camino.
Jorge Carrión quiere acercarnos una realidad, no una ficción. Valiéndose de técnicas documentales e hiperrealistas, su prosa a menudo se sitúa más próxima al estilo sociológico o etnográfico que al literario. Se relaciona con lo que Verdú llamó “la temeraria escritura del yo”, en un encendido decálogo que luego traicionaría minuciosamente en su última novela, No ficción, cuyo título alude inequívocamente a esas premisas. Un fuente autorizada como Philippe Lejeune llama a estos modos “relatos de vida”, y sus resultados pueden ser o no literarios. Así que Australia, un viaje podría ser o no literatura, y podría ser o no ficción; la voluntad del autor ha sido hacer un libro literario de no ficción. Intentaré analizar la novela desde ahí para definirla.
Yo y lo otro
Australia, un viaje nos cuenta la historia de lo otro, es decir, lo externo a la voz narradora: los familiares, la historia del país, la descripción de sus paisajes, etc. No nos cuenta la historia del yo, ni los pensamientos del yo, ni las reacciones íntimas del yo, pues el yo ha sido suspendido momentáneamente, y se vive en lo otro. (“Para hablar de todo ello debo recuperar el yo, entre paréntesis durante los dos meses que duró el viaje”, escribió el autor al final del libro). Al modo de un documentalista, Carrión evidencia los aspectos elegidos de la realidad, o dicho de otro modo, deja que una realidad concreta se ponga en evidencia al ser mostrada, en lugar de resumirla en una reflexión subjetiva.
La literatura comienza cuando el libro que objetivamente habla de lo otro en realidad habla también del yo. Frente a la pretensión unívoca del conocimiento que se expresa mediante el lenguaje verbal, el lenguaje literario se distingue por su pluralidad de sentidos, y de esta manera la historia de los familiares que emigraron a Australia se convierte en una metáfora sobre la inmigración, y en último término sobre la identidad del propio autor, cuyos padres emigraron a Mataró desde Andalucía. Estamos llamados a interpretar estos dos niveles desde el comienzo del libro, e incluso antes. Ya en las primeras páginas Carrión nos ubica en los escenarios de su infancia, trazando analogías entre su situación (hijo de inmigrantes en Cataluña) con la situación de aquellos que va a ver (inmigrantes en Australia). Y además nos narra cómo en los colegios de Cataluña su nombre se transformó de Jorge Carrión a Jordi Carrión, catalanizándose por decreto.
Pierre Bourdieu habla de cómo el mundo social, que tiende a identificar la normalidad con la identidad entendida como fidelidad de sí mismo de un ser responsable, dispone de todo tipo de instituciones de totalización y unificación del yo. Quizás la más importante sea el nombre propio, que instituye una identidad sociable y duradera, “un punto fijo en un mundo móvil” -que dijo Ziff- para formar la identidad social permanente. A la luz de estas reflexiones, el cambio de nombre del autor representa una desestabilización de la identidad individual, que sitúa a Carrión al margen de la normalidad, como ser de identidad anómala, sumido en una crisis que al comienzo del libro sigue sin resolverse. Si creemos a Bourdieu cuando dice que el investigador y el objeto de la biografía comparten el mismo interés por aceptar el postulado del sentido de la existencia, Jorge Carrión liga en Australia, un viaje, su sentido del yo al sentido de lo otro, indagando a través de lo otro, el sentido de sí mismo.
Las obras abiertas a múltiples interpretaciones siempre nos permiten el viejo juego filológico de relacionar la biografía (oficial) del autor con lo dicho en sus novelas. En este caso viene de cajón casar la especial atención que se presta en Australia a los conflictos lingüísticos con la Cataluña que Jorge Carrión ha vivido, inmersa en un profundo proceso de “catalanización” después del intento de genocidio cultural del franquismo. Se trate de una coincidencia o de una intención, el contexto vital de Carrión se mantuvo a lo largo de mi lectura como una caja de resonancia donde la vivencia de los otros (inmigrantes, hijos de inmigrantes) iba creando interesantes ecos de la identidad del autor.
¿Es posible una autobiografía en verso?
En la biografía literaria se da una convergencia entre estética e historia, nos dice Paul de Man. Un texto que carezca de sentido estético no puede llamarse literario, ni tampoco puede llamarse “histórico” un texto donde el exceso de forma distorsione por completo el contenido. Australia, un viaje, que quiere ser un libro literario de no ficción, trata de mantener ese difícil equilibrio, igual que trato yo de mantenerlo en este texto, pretendidamente literario y no ficcional. No es posible una autobiografía en verso porque el autor se vería obligado a distorsionar una y otra vez la expresión de lo real hasta adaptarlo a las exigencias formales del metro, y de ahí que en Australia… se adopte un estilo sobrio, sin sobreexcitaciones del sentido literario excepto en contadas ocasiones. Un fragmento de este libro puede ser tan poco literario como la página de un manual de Historia.
En sus reflexiones sobre los relatos de vida, Philippe Lejeune presta especial atención al orden en que se cuenta una vida como uno de los factores esenciales que diferencian un texto de investigación de un texto literario. Lo cierto es que Jorge Carrión se comportó como un antropólogo cuando sentó a sus familiares a contestar sus preguntas, pero fue literato a la hora de ordenar sus respuestas. Es gracias a este orden “de autor” que el relato de vida gana centros, clímax, dramatismo, que jamás hubieran resultado de la mera trascripción de las conversaciones. La falta de literariedad del estilo queda así compensada por el intenso trabajo de montaje que culmina en la construcción de una historia tal y como la entendemos en literatura. Por eso uno de los grandes logros de la obra es precisamente articular dramáticamente un material hiperrealista como son las conversaciones con los familiares, la documentación, las apreciaciones sobre el terreno, etc. Sin duda, las mejores páginas del libro tienen mucho que ver con el modo en que Carrión gestiona el respeto hacia la representación de sus propios familiares que, no olvidemos, son los protagonistas del libro. Gracias a ese debido respeto, el autor se ve obligado a trabajar el significado de los silencios con más virtuosismo del que exigiría una obra de otra clase, produciendo un efecto nuevo.
Finalmente nos involucramos emocionalmente con las personas de la historia, con el destino de la voz narradora y los demás centros creados gracias a los recursos literarios. Como lectores hemos adaptado nuestro estilo de recepción a ese afán de historia y por lo mismo nos molestan las digresiones, lo que no aporta significado a los centros. Estas digresiones se vuelven abundantes en el epílogo, que funciona como una especie de cajón de sastre de lo que ha ido quedando en el tintero. Se rematan tramas familiares, se añaden informaciones históricas y datos sobre la inmigración que pueden agotar nuestro interés, pues Carrión no logra justificarlos desde esos centros literarios, permitiéndose licencias que contradicen algunas de las mejores cualidades aquí descritas. Una profunda revisión del epílogo no le vendría nada mal a un libro que funciona mejor sin él.
El viaje
El escritor Juan Francisco Ferré advirtió del afán de autores como Carrión por fijar una codificación verbal de lo que hay de nuevo en el mundo, en respuesta a la regresión formal y temática de la literatura narrativa. Son especialmente valorables los intentos por contar lo que sucede caóticamente a nuestro alrededor, y que aún no ha sido ordenado por la memoria, ni por el discurso, ni por la destrucción, al revés de un pasado que, como dictan los posmodernos, ya es solo texto. Australia, un viaje consigue plasmar con bastante precisión el nuevo cosmos del viaje propio del siglo XXI, atrapando para la literatura una realidad hasta ahora inédita. En claro contraste con las líneas gruesas de la literatura de viajes, el viaje en Carrión pierde toda capacidad mitificadora del lugar, de la experiencia y hasta del propio viajero (son impagables las confesiones de debilidad de Carrión, su miedo a las avionetas, a la fauna y a los incendios). El viaje sirve para constatar la banalización del propio acto de viajar, capitalizado por el mercado turístico y la filosofía de consumo, poniendo en evidencia ese avance progresivo que va fagotizando la autenticidad de los lugares para luego vomitarlos como mercancía.
Australia acaba pareciéndose al desierto cultural que Baudrillard teorizó en Estados Unidos de América. El viajero trata de revelarse, de volver genuina su experiencia, pero inevitablemente acaba topándose con una nueva perversión de su expectativa, o de su propia imagen, cuando se cruza con semejantes que le devuelven una versión indeseable de sí mismo. La desertificación natural y humana del paisaje que se atraviesa hace del viaje una forma de deslocalización, no de localización en otra parte. Carrión también detalla a una serie de espíritus afines que el azar pone a su encuentro, viajeros como él, personas borrosas en su mayoría, huidas de vidas ingratas. A través de esos encuentros, el desierto de Australia se convierte en una metáfora de las relaciones posmodernas, surgidas en los entornos huecos del viaje turístico o el ciberespacio, con la crisis de la individualidad y la emancipación del deber colectivo como trasfondo.
Ideología y ficción
En los últimos años son muchos los que consideran la no ficción, el relato de vida o escritura del yo, como una tendencia deseable de la nueva literatura. Australia, un viaje puede inscribirse radicalmente en esa postura, en cuanto a su deseo de fijar una memoria sobre unos hechos comprobados, de su familia australiana y la inmigración española. Y en general lo hace de una forma adecuada a nuestro tiempo, teniendo en cuenta no solo lo nuevo del mundo, sino también sus nuevas formas de (des)conocimiento. Australia, un viaje se adecua a la filosofía de la contemporaneidad en muchos aspectos, y no en algún otro.
Conviene recordar que para Bourdieu hablar de historia de vida es presuponer (equivocadamente) que la vida es una historia. También Derrida denuncia que al considerar la escritura como un sistema de representación de la vida, se asume que la escritura encuentra una analogía estructural del lado de la vida, postulando así una representatividad generalizada de la misma. A.Moreiras nos aclara que es lógico que el deconstruccionismo –una de las corrientes filosóficas más influyentes de este comienzo de siglo- parta de cierto fracaso de la posibilidad biográfica, ya que parte del fracaso de la filosofía moderna, centrada en el estudio del fenómeno de la autorreflexividad. Todo ello nos induce a pensar que cualquier proyecto literario de no ficción que no haya absorbido el espíritu de este pensamiento aborta sus posibilidades de renovación. Seguirá siendo literatura –buena o mala- pero ya no podrá declararse renovadora, sino conservadora, incluso arcaizante.
Australia, un viaje toma para sí un principio ya capital para el advenimiento de la novela moderna, ahora trasladado a la no ficción, que Alain Robbe-Grillet señala como la aceptación de que lo real es discontinuo, y formado por elementos únicos, yuxtapuestos sin razón, y tanto más difíciles por cuanto surgen sin cesar de modo imprevisto, fuera de propósito, aleatorio. En Australia, un viaje, existe un orden literario basado en ciertos centros, pero finalmente Carrión se resiste a cerrar el sentido, o dicho con palabras de Bourdieu: se resiste a ser ideólogo de su propia vida. Carrión consigue librarse de la tentación, aunque hay ciertas trazas de postmodernismo y algún guiño a Baudrillard. Quizás en algunos episodios la figura del emigrante aparezca demasiado novelizada, sobre todo en aquellos en los que el escritor habla de los primeros años de sus familiares en Australia, cuando traduce con la historia verbal ya constituida, contada de memoria por sus fuentes, que sí está fuertemente ideologizada (la superación, el drama, el espíritu de trabajo, etc); pequeñas digresiones, no obstante, que no desmerecen un libro digno de llamarse contemporáneo.
MIGUEL ESPIGADO
Muy interesante la aplicación de la teoría sobre la biografía y la autobiografía a la «novela» de Carrión. No conozco el texto, sin embargo esta síntesis publicada por M. Espigado hace apetecible la lectura
R
Agradezco mucho el cumplido, R. Desde luego, el libro merece mucho la pena. Por favor, no dejes de visitarnos.
[…] Reseña de Miguel Espigado. […]
[…] al movimiento afterpop (también bautizado como Nocilla) y autor de obras de no ficción, como Australia. Un viaje (2008) y Viaje contra espacio. Juan Goytisolo y W.G. Sebald (2009), y de la novela Los muertos […]
[…] al movimiento afterpop (también bautizado comoNocilla) y autor de obras de no ficción, como Australia. Un viaje(2008) y Viaje contra espacio. Juan Goytisolo y W.G. Sebald(2009), y de la novela Los muertos […]