espacio de crítica literaria y cultural

«Afterpop» y la muerte del intelectual

In Eloy Fernández Porta, Uncategorized on enero 13, 2008 at 12:15 pm

eloy-fernandez

Afterpop

Eloy Fernández Porta

Ed. Berenice, 2007

Hace ya más de cuarenta años, el semiólogo italiano Umberto Eco publicó un ensayo cuyo título acabó por dar nombre a dos facciones enfrentadas en el entonces incipiente debate sobre alta cultura y cultura popular. Apocalípticos e integrados (así se llamaba) trataba de desenmascarar las falacias críticas de los que, por una parte, veían en la cultura de masas una anticultura que amenazaba con eclipsar al verdadero arte, necesariamente elitista (apocalípticos); y por la otra, los que celebraban la bonanza expansiva de la cultura popular sin reparar en sus efectos empobrecedores y mercantilistas (integrados). Mucho ha llovido desde 1965, y a día de hoy países como EEUU ya han desarrollado potentes corrientes críticas y académicas que analizan la cultura de masas de forma indistinguible de la cultura en general, superando así la burda polarización. Desgraciadamente, no es el caso de España, tal y como se esfuerza en demostrar Afterpop.

Afterpop comienza como un furioso alegato contra la crítica literaria nacional y su discapacidad para romper la telaraña high brow que le impide juzgar con coherencia el sistema cultural contemporáneo. Como receta inmediata, Eloy Fernández Porta ofrece una batería de análisis donde la distinción entre alta y baja cultura, cultura elitista o cultura de masas, acaba completamente pulverizada, extrayendo así significado teórico de cualquier manifestación, sea cual sea su nivel de complejidad, exclusividad, intencionalidad, difusión, etc. Como es lógico, le interesa más centrarse en aquellos territorios marginados por la crítica tradicional, de los que solo algunos son literarios, pues se trata en parte de proclamar un nuevo sistema interconectado, sin regiones encerradas en sí mismas o a salvo de la influencia mediática.

Por fortuna y por desgracia, la suma de estos análisis está lejos de cumplir con el programa de contenidos que Eloy Fernández Porta nos anuncia en la introducción. La desgracia será para los que pretendan la lectura legítima del libro como un ensayo al uso; reflexiones muy potentes y capítulos brillantes conviven con desesperantes papillas de referencias que acaban diseminando el sentido general de la obra; teorías luminosas se entremezclan con asociaciones libérrimas, cuando no derivan en desbocadas críticas que más parecen valer a una satisfacción sádica del autor que a los intereses razonables de la argumentación. Y si a esto le sumamos el grado de irreverencia con que F.Porta se permite los registros más vulgares, las bromas de alto voltaje, las gamberradas teórico-críticas y demás caprichosas intrusiones de su personalidad literaria, entenderemos por qué Afterpop reúne tan valiosos requisitos para repugnar a un amplio sector de la población lectora.

Pero más allá de cuestiones ortodoxas, Afterpop revela un innovador estilo de pensamiento que hay que atribuir legítimamente a su autor, Eloy Fernández Porta. Nacido en 1974, profesor de la Pompeu Fabra y autor de ficción, Fernández Porta se revela como un nuevo tipo de pensador cuasi inédito en el panorama crítico nacional. Interesa y mucho entender hasta qué punto escritores como él están llamados a dominar el futuro de la crítica cultural en el Siglo XXI.

En el mes de octubre del pasado 2007, José Vidal Beneyto publicó una serie de artículos en el periódico El País, que tituló “El último intelectual”. En ellos aclaraba el origen, significado y razón de ser de los intelectuales, que venían a ser “los agentes/actores que a título personal se inscriben en una crítica de la realidad, hecha con y desde la escritura, hoy también de la imagen, que apunta al desvelamiento de la mentira y al mantenimiento de la verdad pública, a instituir la justicia en valor fundamental, a combatir la opresión y los abusos, a promover la solidaridad con los de abajo”. Seguidamente, el escritor hablaba de la desaparición de los últimos grandes intelectuales y la pauperización de esa figura en el último tramo de la modernidad. El intelectual, destinado a calibrar la vida político-cultural de su país, hoy se ve sumido en una crisis completa, tal y como están dispuestos a asumir los propios aludidos como Beneyto.

Durante los últimos cuarenta años, el intelectual ha marcado un estilo de análisis, acercamiento y crítica cultural eminentemente sociológica y politizada. Desde su pretensión interventora debía establecer un riguroso perfil de sí mismo, revestirse de una trascendentalidad visible a los ojos de la sociedad. El rol no solo caló en los importantes; todos los agentes culturales de una generación se han visto más o menos influenciados por esta escuela de protocolo, caracterizada por la tremenda importancia que se autoasigna como impulsora del cambio social.

El intelectual, que ya nació elitista en el aspecto cultural (recordemos a Sartre), ha venido manteniendo la misma relación ambigua con las masas durante los últimos cuarenta años. Si bien su ideario reclamaba una visión igualitaria del ser humano, de modo subrepticio asumía para sí una misión nietzscheana que le otorgaba el mando legítimo sobre el ideario colectivo. Fruto de ese talante aristócrata surgen análisis sobre la masa impregnados de distanciamiento con el objeto de estudio. Desde Ortega y Gasset a Umberto Eco, la cultura de masas se dibuja como un objeto exterior al investigador, quien se adentra en ella como un explorador de un territorio ajeno y extraño a él. No es casualidad que la caricatura más común del intelectual sea la de un individuo adepto a las manifestaciones culturales más estrafalarias, mostrando un distanciamiento y extrañamiento snob hacia todo el midcult y masscult. Muchos críticos/ analistas/ escritores/ tertulianos han convertido esta actitud en una especie de símbolo de adscripción de clase, un modo de pertenencia a la aristocracia subrepticia del intelectual. Y ese es el contexto contra el que viene a estrellarse Afterpop.

Si como dice José Luís Brea, hay que rescatar la lógica del reconocimiento del arte de su secuestro a manos de la institución existente, Eloy Fernández Porta consigue algo quizás más insospechado; rescatar no tanto la cultura de la que trata, sino el propio estrado desde el que lo hace; comportándose, escribiendo y definiendo su papel crítico de forma radicalmente nueva, contestando así al establishment cultural dominado por los intelectuales desde hace más de medio siglo. Y toda esa irreverencia y libertinaje ensayístico al que nos hemos referido antes no hace sino confirmar una posición autoparódica con que deslegitima conscientemente la propia trascendencia del discurso, en contraposición a la relación adictiva del intelectual con la posteridad. El nuevo crítico ha abandonado los viejos prejuicios para armonizar con el consumidor, quien se revela indiferente al programa obsoleto de la élite cultural. En un tiempo en el que las Humanidades han perdido cualquier peso en la construcción del mundo, en el que se vacían los teatros y la Teoría viaja por toneladas hacia el basurero, Afterpop parece una acertada forma de comprender cómo hay que explicar la cultura en el Siglo XXI. El intelectual ha muerto; y todos somos masa.

Miguel Espigado

En la foto: Eloy Fernández Porta

Fuente: http://www.duendemad.com

  1. No creo que el intelectual haya muerto, creo que se ha transformado. La «intelectualidad» es mas una pose que otra cosa. Para mí un intelectual (término con connotaciones negativas) de hoy día es aquel que no se preocupa por las yantas de su coche, vive al margen del reallity social, lucha por lo que cree, es consciente de la enfermedad globalizada del mundo, sabe quien es Borges mas allá de las nueces,.. y a veces cuando está solo escucha música a través de los cinco sentidos (desaparecidos en la gran mayoría de las personas)

  2. Lo primero, gracias por participar, Mon. Ojalá más gente se anime.

    Desde luego, podemos devolver vitalidad a la palabra reutilizándola de forma positiva. Algo parecido intenta el prota de Clerks 2 llamándo a los negros «esclavos de mierda», tratando así «normalizar» esta expresión «para que no tenga connotaciones racistas». A mí el tipo que propones como intelectual no solo me gusta, sino se parece a muchos de mis amigos… pero estarás de acuerdo en que después de Woody Allen y el derrumbe de los ideales de mayo del 68, resulta difícil tomarse en serio a alguien que se autodenomine intelectual. No se trata de actitudes, sino de como evolucionan las palabras (y los conceptos que hay detrás de ellas).

    Un saludo

  3. He leído con atención vuestros comentarios y (en parte) estoy de acuerdo con vuestras impresiones, pero:

    personalmente, no se me ocurre otro tipo de intelectualidad que aquella que atienda a la problemática del hombre con su tiempo.

    No habría que confundir intelectual con «snob» o «yuppie» consagrado a la cultura «New Age». Ni me parece, por otro lado, que conocer a Borges sea indicio de nada, y mucho menos de intelectualidad (si no, bastaría con tener o haber tenido una Historia de la Literatura Universal en una de las estanterías del salón de casa -de nuestros padres-. Y, evidentemente, las cosas no funcionan así)

    Si, como parece, «hoy se crea más desde la información que desde el conocimiento» (Fernández Mallo, Revista Oniria: http://www.revistaoniria.com/2007/11/entrevista-agustn-fernndez-mallo.html), darle la espalda al «reality social», o considerarse intelectual en una nube de caramelo, lleva sólo a dos cosas: una, a la falta de concordancia y de compromiso de uno con su tiempo; dos: a la diabetes.

    Cualquier persona que se autodenomine X evidencia justamente lo contrario. Y esto no es algo nuevo. La idea del intelectual en potencia es claramente imaginaria y estereotípica.

    Que todavía HOY se distinga entre cultura (superior) y masa me parece absolutamente perturbador.

    Un saludo,

    Jara Calles.

  4. El intelecual de antaño tiene que dejar paso al ser inquieto de hoy día. Ser intelecual no es una imagen ni es una cartilla donde porder fardar de todas las lecturas interesantes que has hecho y todas las magnificas opiniones que te has creado, para mi el ser inquieto actúa y se transforma de verdad con lo que escucha, siente, observa, … ese es el único futuro con el que me siento optimista. Y todo tiene que partir de una conciencia de la realidad (o el reality social) ajena a lo que te venden unos y otros, siendo capaz de creae una opinión propia. Mas allá de que enrrollao puedo llegar a ser por tener una chaquetita tal o un comentaria ingenioso pascual.
    Un saludo

  5. A ingentes rasgos, existen dos tipos de intelectuales. por un lado, el intelectual 1, que «en el aire» analiza la situación. por el otro, el intelectual 2, que valora todo desde las entrañas del asunto. Es consabido que la primera ralea de eruditos brilla ya por su ausencia. El segundo reina con voracidad en vista de la «new age». No obstante, las consideraciones que puede hacer sobre algún tema concreto resultarían cojas si no tiene en cuenta innumerables factores paralelos, que laten bajo cada cuestión. En tal sentido, en un establishment cultural tan inescrutable e impenetrable de traducir en signos diáfanos, estimar las circunstancias que conforman el nuevo panorama cultural se antoja una empresa dantesca. En consecuencia, la puramente crítica literaria debería morir y dar paso a nuevas formas de análisi. En el ensayo de Porta se mascan los albores de una renovación profunda en toda la esfera de la sátira literaria y también de su consideración.

  6. A tenor de lo mencionado sobre el ensayo «LITERATURA AFTERPOP» de Eloy Fernandez, el cuál se hace referencia en este weblog, tengo de decir que, dicho término: AFTERPOP ya era de uso en la segunda mitad del siglo XX. Dieter Wellershof, en su manuscrito «LITERATURA Y PRAXIS» ya habla allí por los años 70, de un fenómeno literario-artístico de faceta mecánico-industrial y macrocomercial denominado ARTE POP en el que también englobaba el fenómeno literario propiamente dicho.
    Ahora bien, tengo que decir, que en lo que atañe al concepto de literatura actual, y aún concretando más, en nuestro país, ESPAÑA, vale la pena destacar la decadencia cultural que no queda exigüe en la misma, efecto dinámico que provocará y en definitiva encauza al sector del libro hacia una tendecias claramente comerciales, dejando de lado su variante estrictamente artística.
    Desde Terrassa (Barcelona), estoy promocionando junto con otros escritores y artistas en los que me incluyo, un conjunto de actividades en las que se expondrán algunas de las ideas que aquí he sacado, y en lo que de forma unitaria hemos conseguido resumir en la edición de una obra ensayística que será presentada muy posiblemente en el Ateneu Terrassenc, antes de Agosto del 2008.
    Como exponente directo de estas teorías, os dejo información de mi blog por si deseais acceder y hacer vuestros comentarios y/o co-participar en este proyecto que poco a poco estamos perfilando.

    P.D.: El blog está en catalán y castellano, (está en obras), o sea que hay apartados por corregir, pero podéis enviarme allí vuestros correos y con gusto os los contestaré.

    Atte.
    ZENIUS

  7. […] podeu llegir una entrevista molt interessant a Eloy Fernández Porta, autor dels assajos Afterpop. La literatura de la implosión mediática (Berenice, 2007; Anagrama, 2010), Homo sampler. Tiempo y consumo en la era afterpop (Anagrama, […]

  8. […] en la signatura ENSAYO FER HOM- es profesor en la Universidad Pompeu Fabra [upf]. Su ensayo Afterpop fue escogido ‘libro del año’ por la revista Quimera en 2007 y con él aucuñó un […]

  9. No creo que el intelectual haya muerto, solo que ahora deja ese carácter elitista y se acerca a la cultura popular, pero no desde una mirada despectiva, sino analítica, nadie podría negar la capacidad intelectual de Zizek o el mismo Fernández Porta, que no son propiamente de la masa poco analítica.

Deja un comentario