Vaqueros. Hoy Jugamos a la filología. ¿Cuál sería la épica del siglo XXI? En verdad, no hay ninguna necesidad de recuperar la épica como género en el siglo XXI. No hay necesidad alguna, al margen de las estrambóticas alegaciones de algún improbable filólogo desde sus catacumbas, de revitalizar un concepto que parece inevitablemente ligado al pasado. Pero es interesante, al menos, preguntarse qué consume la gente de hoy para saciar su hambre por esa clase de historias. En una reciente crítica sobre Warlock, una célebre novela western reeditada, Juan Manuel de Prada decía:
Incuestionablemente, el western ha sido la gran aportación del siglo XX a la épica. Y, puesto que la épica constituye la expresión más ancestral del arte narrativo, y en cierto modo el contrapunto de la historia (pues mientras la historia hace el recuento de los acontecimientos pretéritos, la épica ilumina las pasiones y sentimientos que movieron a los hombres que la protagonizaron), podemos entender que el western haya sido durante décadas el mayor nutriente de arquetipos para el imaginario colectivo (…) para gentes de toda nación y cultura.
Todavía hoy, en el sótano de la casa de mis padres, quedan un par de montones de novelas de El Coyote y de Zane Grey que aún se editaban al por mayor en la España de principios de los ochenta. Sus títulos son tan estupendos como La esposa de Don César, La hacienda trágica, La colina del caballo salvaje, Los caminantes del desierto, Escalones de arena, Meseta negra, El camino del arco iris. Adjunto aquí, en clave arqueológica, un pedazo de la primera página de El camino del arco iris, del norteamericano Zane Grey:
Cien millas de camino a través del desierto, con los errores y crueles lecciones que experimentara, no le habían preparado para lo que, de pronto, ofrecíase a su mirada atónita. Ante él se extendía un mundo en que todo era magno. Maravillado e impresionado a la vez a causa de la terrible belleza del panorama, Shefford cayó en graves meditaciones. Aquella oscura e ignorada región parecía lanzarle una amenaza. Una irresistible llamada habíale levado hacia aquella fragosa frontera de Arizona, aquella especie de derruída muralla almenada de las altiplanicies del Estado de Utah (…)
Laguna roja significaba para él un nuevo Rubicón. O lo cruzaba para penetrar en lo desconocido, aprestándose a la oscura y peligrosa lucha, o se volvía atrás, fracasado, para ignorarlo y sufrir siempre la misma barrenante obsesión. La extraña historia de un amigo impúlsole a aquel singular viaje; un arco iris maravilloso decidióle con su misterio y su promesa de correr a la aventura, y por primera vez habíase sentido feliz. Mas ante el terrible aspecto de la ignota región, tan súbitamente hallada, invadióle un frío mortal; vaciló contra la fatal atracción y, como impelido por una fuerza superior, espoleó el caballo y bajó por la arenosa senda
Superhéroes. En realidad, cualquier fan del cómic podría rebatirle a Juan Manuel de Prada que habría mucho que decir sobre superhéroes y épica en el siglo XX, pues fue, sin duda, el otro gran imaginario que se abrió para el género en los últimos cien años. Al igual que el western, el mundo de los superhéroes también evolucionó hacia la ambigüedad moral y una mayor complejidad en el sistema ético de sus personajes. Sin embargo, mientras el western casi perdió completamente sus primeros referentes elevados para ir enroscándose en sus zonas más conflictivas y aviesas en muchos cómics se observa todavía hoy el continuismo más puro de los tópicos de la épica clásica. En obras como Matrix o AIDP, aparecen calcados los lugares comunes de la lucha del héroe por la recuperación del territorio y la salvación del pueblo, la derrota del mal en estado puro, la devolución de la soberanía y el control social a los buenos, etc. Sin embargo, se trataría de una línea exigua dentro de un panorama que en general tiende a una mayor complicación del sistema de valores, a la rebeldía sexy, e incluso a una marcada marginación social en el retrato del héroe. No por nada, Lobezno, ese entrañable macarrilla, ha sacado de una patada en el culo al resto de los x-men – panda obediente y bienintencionada hasta el bostezo- y se ha quedado solo en el nuevo póster de la saga.
Una rápida consulta a los prólogos que otrora se hicieran de las obras épicas, nos remite a la distinción filológica entre épica greco-latina (La Iliada), épica medieval (Beowulf), y épica renacentista (Camoens). Según Juan Manuel de Prada, las obras paradigmáticas del siglo XX en este terreno podrían ser Centauros del desierto, Fort Apache o Río Grande. A esa nómina se deberían sumar los superhéroes. Ahora bien, por seguir jugando a los filólogos ¿qué podríamos decir de la épica del Siglo XXI? ¿Qué título representativo podríamos dictar a nuestros encorvados alumnos? Voy a sugerir uno: el videojuego GTA San Andreas.
Gangsters. En su Poética, Aristóteles caracterizó la epopeya como uno de los principales modos posibles del cultivo de la literatura, junto con la tragedia y la comedia. En la introducción a la edición menéndez-pidaliana del Mío Cid, Juan Carlos Conde define la épica como la narración verista de hechos nobles realizados por personajes elevados, escrita en verso. En una de las muchas traducciones de La Iliada al español, Jaime Berenguer Amenós escribe: el ambiente que presentan la Iliada y la Odisea son una sociedad heroica y primitiva, cuyos más altos valores son la gloria y el honor (…) La Iliada y la Odisea son epopeyas heroicas. Celebran las hazañas de una generación ya desaparecida y que era capaz de realizar cosas imposibles para los hombres a que iban destinadas. Si es así, ¿qué clase de absurdo atrevimiento supone proponer un videojuego protagonizado por un delincuente como obra épica del Siglo XXI? En un juego que transcurre en los ambientes marginales de las ciudades de EEUU, donde el jugador da vida a un criminal con libre albedrío para cometer todo tipo de atrocidades contra la propiedad, el orden público y la vida humana, en un juego que ha hecho enfurecerse no sólo a los habituales ultra conservadores, sino a demócratas como Hillary Clinton, y ha sido demandado bajo la acusación de incitar a crímenes en la vida real, jara:una pausa más larga aquí?¿dónde reside el heroísmo, los más altos valores de la gloria y el honor? Bajo el mismo prisma, podríamos retroceder y preguntarnos ¿cómo puede el western representar los valores de una nación? ¿Cómo puede semejante salvajada servir de leyenda fundacional del pueblo norteamericano?
La épica es un género popular, fraguado en los medios de expresión más populares. Por mucho que para nosotros la épica no sea más que un ostentoso volumen forrado en cuero y confinado en los últimos anaqueles de nuestra biblioteca, en un primer momento fue relato vivo que se iba actualizando y enriqueciendo a través de la creatividad de aedos y juglares, cuyo oficio y beneficio dependía de agradar y maravillar a las gentes con sus relatos. Respondiendo a esa naturaleza intrínsecamente plebeya, hoy la épica se ha trasladado a los medios populares: las películas y los videojuegos.
Si el filólogo que todos llevamos dentro debiera caracterizar la épica de nuestra época, sin duda el primer factor a tener en cuenta sería el abandono de la épica del relato verbal para pasar casi exclusivamente al relato cinematográfico. Sin lugar a dudas, la épica de los videojuegos tiene reglas originariamente fílmicas, en la medida en que el videojuego casi siempre es un espacio de reciclaje de géneros y tópicos manidos del cine. En palabras de Germán Sierra: en los videojuegos, la ficción es siempre de segundo orden, pues su modelo no suele ser la realidad percibida sino sus representaciones técnicas o artísticas. Las ficciones proceden habitualmente de la novela, el cine, el cómic, las artes plásticas o la televisión, por lo que el ambiente del videojuego resulta siempre fantástico, estemos fulminando extraterrestres o tocando la guitarra en un grupo de rock. La gran época de los tiros en el cine, tras su completo agotamiento, se revitaliza así completamente en manos de los programadores de videojuegos, que han actuado como verdaderas picadoras de las cintas de acción que saturaban nuestro videoclubs a finales de siglo.
Raperos. La fascinación por el western es, en gran medida, la fascinación por el criminal. El individuo vuelve a ostentar el poder de la violencia, en un entorno donde su uso está plenamente justificado. En ese sentido, el continuismo de la épica del western en el mundo de la productora de Rockstar Games es total; concretamente en el juego San Andreas, el título más célebre de la productora de la saga de Gran Theft Auto, que explora la épica del crimen organizado en todas sus variantes. Si la épica es todo acción y batalla, el GTA es todo acción y batalla. Respetando el carácter episódico propio de los viejos cantares, en el GTA se enlazan misiones en las que se aprecia una clara continuidad del poblado western en el gueto de la ciudad posmoderna norteamericana. En un territorio sin ley, donde se suceden las luchas territoriales, la degradación moral, y la organización de la vida en torno a las prácticas ilegales y las drogas, se ha vuelto a imponer la normalización de la violencia, que se establece como rutina y obliga a todo el mundo a ir armado. El mismo caldo de cultivo que elevó a heroicas las figuras de los forajidos, los sheriff, los indios, los bandidos, o los jinetes del séptimo de caballería, hoy nos ensalza a traficantes, chulos, pandilleros, policías corruptos, ladrones, drogadictos, todos ellos celebrados por una nueva clase de juglares: los raperos.
La primera corresponsalía desde las profundidades del gueto no llego a través de los videojuegos ni las películas, sino del relato callejero del rap. El gangsta rap, género temático sobre las tribulaciones y chulerías criminales de los habitantes de los barrios marginales estadounidenses, recupera la expresión lírica, versificada, de los viejos cantares épicos del mundo antiguo. Homeros con hierros de 9mm, tatuajes carcelarios y gorras de la NBA, han conseguido recrear para el gran público un fascinante mundo de violencia fuera de la ley, donde el chavalito de clase media puede proyectar sus fantasías liberadoras del abrazo castrador de una sociedad de control deleuzeana.
La muchachada de hoy ha crecido enganchada al universo Rockstar Games. Y aunque en España todavía todo esto nos resulte relativamente novedoso, la épica del gueto se trata en realidad de un imaginario lo suficientemente evolucionado como para autoparodiarse, lo que ya lo anuncia en cierto modo su acabamiento, sus límites, al igual que, nos recuerda De Prada, le sucedió al cine del oeste cuando se convirtió en pastiche y caricatura a través del los spaghetti western. Desde cineastas como Spike Lee, hasta numerosos raperos estadounidenses, se han esforzado por ridiculizar las falsedades y exageraciones de la épica del gueto alimentada por los fenómenos de masas del gangsta rap. En el propio GTA San Andreas, los guionistas sitúan en el centro de la acción a OG Loc, un amigo de infancia del protagonista, que finge ser un verdadero gángster para hacerse famoso en mundo del rap, y que verdaderamente acaba haciendo el papel de clown de la trama.
Nazis y extraterrestres. La épica clásica seguirá residiendo en videojuegos de la Segunda Guerra Mundial como Medal of honour, en series de superhéroes como Heroes, o en películas ciencia-acción como Indepence Day. Amenazas extraterrestres o regresos al pasado parecen ser las fórmulas para elevar relatos épicos de los de toda la vida, después de que el discurso antibelicista que arrancó en los sesenta, unido a un sentido más agudizado de la historia reciente, haya calado en la población hasta el punto de volver las guerras actuales un material en gran medida anti-estético y anti-idealista. Ya es difícil encontrar películas sobre Vietnam sin un abierto tono crítico (y nada épicas), y resulta bastante dudoso que alguien se atreva con una película bélica abiertamente épica sobre un conflicto tan chabacano y espantoso como la guerra de Irak. Sobre el propio gueto, son muchas las voces en todo el mundo que denuncian la gravedad de elevar relatos épicos sobre criminales como hacen los narcocorridos, películas como Ciudad de Dios, o el propio GTA San Andreas. Contra esos aguafiestas, el individuo hambriento de épica seguirá buscando subterfugios para canalizar sus legítimas (y GLORIOSAS) ansias de violencia.
Muy interesante información, no había tomado en cuenta este punto de vista, además de que me parece un artículo que va más allá de lo tradicional y de lo mismo de siempre, me ha gustado mucho realmente, gracias por compartirla.