espacio de crítica literaria y cultural

«Nocilla Lab», de Agustín Fernández Mallo

In Agustín Fernández Mallo, Uncategorized on octubre 20, 2009 at 12:16 pm

Alguna vez he intentado aclararme de dónde viene el placer- ciertamente modesto- que originan algunas de estas películas americanas, con una larga serie de capítulos (…) Y he hallado que esa complacencia no procedía nunca del estúpido argumento, sino de los personajes mismos (…) No nos interesan por lo que hagan, sino al revés, cualquier cosa que hagan nos interesa, por ser ellos quienes las hacen.

ORTEGA Y GASSET en «Ideas sobre la novela». 1925. Revista de Occidente.

Hay algo en la primera parte de Nocilla Lab (Alfaguara, 2009), que la acerca mucho a sus predecesoras del “Proyecto Nocilla”. Al revés que en las narraciones convencionales, no se plantea una sucesión de hechos sino una asociación de hechos, situándose así más cerca de la prosa poética. Pero el cerebro, en su voluntad de comprensión, siempre organiza el texto para reconstruir una historia. Es un imperativo de la recepción novelesca. En Nocilla Lab, los episodios se entrelazan a través de largas cadenas sintácticas que manipulan la temporalidad hasta destruir cualquier atisbo de linealidad, dando la impresión de que todos los sucesos coexisten, de que observamos un objeto cuya dimensión temporal ha sido cuidadosamente extirpada. Ahora bien, al pasar la última página, nuestra mente ya habrá reorganizado el discurso para dotarlo de una causalidad que lo convierta en una ficción. La segunda parte de Nocilla Lab, más convencional en su estructura, con características cercanas al thriller psicológico-paranormal, se suma a lo anterior para que finalmente podamos consumir el libro como cualquier otra fábula.

Sin embargo, al terminar la lectura también nos damos cuenta de que lo más importante se halla fuera de la trama. Hay otro núcleo en torno al que cada fragmento ha cobrado sentido, que imbrica Nocilla Lab con el “Proyecto Nocilla” y el resto de la producción creativa del autor. Un centro sobre el que toda su obra gravita de forma natural, y al que Nocilla Lab acaba contribuyendo, completando, casi a modo de culminación: la construcción de una identidad. Concretamente, la identidad de una persona: el propio Agustín Fernández Mallo.

shermanPero cuando hablamos de identidad, ¿nos referimos a una identidad real? ¿A un personaje inventado? ¿A una proyección de determinadas cualidades, algunas verdaderas y otras falsas? En el juego que se propone aquí, esas categorías deberían ignorarse. Hablamos de una identidad creada, puro discurso: la suma de sus libros de poemas, de sus novelas, de las entradas en su blog, de sus artículos, de su marketing, y también de sus entrevistas y declaraciones aparecidas en prensa. Como identidad, ha sido construida, producida, manufacturada, y transmitida a través varios códigos. Como público, jamás contrastaremos esa identidad con una vivencia compartida, con una convivencia en el espacio y el tiempo que nos permita formarnos una idea experiencial de Fernández Mallo. Nadie puede controlar qué observan y piensan aquellos con quienes interactúa en el día a día, pero sí se puede controlar el discurso. Y eso es lo que permite a un artista convertirse en su propia obra.

Se ha dicho que Nocilla Dream carecía de personajes. En realidad, todos constituyen a uno solo, de enormes proporciones. Nocilla Lab puede verse como un viaje al interior del mismo fenotipo que Nocilla Dream y Nocilla Experience ensayan una y otra vez, bajo múltiples avatares. Desaparece la mirada científica y neutral de las dos primeras entregas, en las que la identidad se dibujaba como mero rastro de acciones, y aparece el yo, la primera persona, la profundización psicológica y con ella, los distintos niveles de realidad. Aparece una fenomenología cortaziana donde las cosas nos llegan tamizadas a través de una mente subjetiva, que confunde sus propios límites y se interna hacia niveles cada vez más profundos de la conciencia. La escena final de Nocilla Lab, cuando la experiencia vital ya se ha trasladado completamente al plano mental, puede interpretarse como un ritual liberador, donde Fernández Mallo por fin recupera esa identidad que le ha sido usurpada repetidamente por el personaje múltiple y único que protagoniza las tres novelas. De modo violento, Fernández Mallo expulsa a su Dopplengänger y recupera su puesto legítimo como cabeza de su propio mundo. El giro final de la trilogía sucede cuando el escritor se cuela dentro de las páginas de su novela, y ya no es más que una caricatura dibujada con tintas planas, que parece advertirnos: el personaje siempre fui yo.

ShermanUntitled (As Marilyn Monroe), 1982.Yo, el personaje. El artista anónimo. El nómada. El individuo sin raíces. Deslocalizado. Outsider. Habitante del no lugar. El Individuo solitario. Disciplinado. Aislado. El anacoreta. El asceta. De asociaciones siempre mínimas con otros seres, nucleares. Inexistente para sociedad alguna, solo para otras individualidades, y en concreto, solo para Ella. En su vocación obsesiva por una determinada producción creativa, El Único, El Fenotipo, se aparta del mundo. El más humilde. El menos importante. El que está solo y casi no tiene dinero. El que está loco. Una locura tremebunda. En su determinación brutal por llevar a cabo un proyecto de vida extremo, ese loco inaugura una nueva religiosidad. Una vida ascética, una espiritualidad laica, tecnológica. Halla una metafísica propia en la satisfacción de su irrefrenable impulso de autorrealización, que siempre se produce en la intimidad y el aislamiento, escenario utópico donde la libertad se hace posible y la soledad no existe. Si la obra de Fernández Mallo puede verse como la construcción de una identidad que se eleva a rango de arte, la vida del personaje del “Proyecto Nocilla”, es una obra de arte en sí misma. Performance observable. Arte conceptual. Acción poética. Destino vital y obra confundidas. La vida como expresión, donde nunca el final es tan importante como el proceso. La vida como work in progress. Road movie. Nocilla Lab no solo como making of del “Proyecto Nocilla”, sino también como Making of de una identidad, de una vida. La génesis de una vida como la génesis de una literatura.

MIGUEL ESPIGADO

  1. Hombre, que el último libro de Mallo, como todos los anteriores, es una performance observable, es algo obvio. Pero en el sentido económico lyotardiano, si quieres: operación comercial con mayúsculas regida por el criterio de performatividad: máximos beneficios / mínimo esfuerzo intelectual. Estrategia de márqueting para el exhausto panorama editorial español. Y la referencia al arte conceptual…, querido Miguel, vale que Fernández Mallo las haga constantemente. Allá él y su diletantismo. Citar a Dan Graham sin conocer sus verdaderas implicaciones en el contexto artístico y social de los sesenta-setenta es demasiado fácil. Se deja en ridículo a sí mismo. Pero cuídate de hacerlas tú (que eres bastante más inteligente y mucho menos negligente que él) sin saber de qué va el tema, porque, entonces, los patinazos pueden ser terribles.
    Un abrazo y enhorabuena
    Juan A.

    • Juan, lo primero, gracias por leernos, nos sentimos orgullosos de contar con lectores como tú.

      Por anteriores experiencias, sé con qué facilidad la discursión crítica sobre una obra de Fernández Mallo se desliza hacia los juicios sumarios sobre la persona o ética profesional del autor. Para mí eso no tiene ningún interés. Sobre tu crítica a la inconsistencia de las alusiones de la novela al arte contemporáneo, no estoy seguro de hasta qué punto es justificada. La ficción consiste en apropiarse de elementos para darles una función narrativa en el texto, que puede corresponder o no a su función (su verdad) en la realidad. Imaginar siempre es hacer avanzar un referente hacia lo irreal: lo otro es simular. Los únicos límites de esa apropiación son los impuestos por la ética. Si considero falta de ética profesional la escasa profundización del autor en el contexto socio- cultural de Dan Graham, tendría que condenar a todos los novelistas que incurren en esa imprecisiones en beneficio de crear un mundo propio. Imagínate que lugar: los eruditos imponiendo silencio a los novelistas. Eso ha pasado y está bien que pase: los estudios de género, la deconstrucción del orientalismo… pero solo se justifica por un razón de mejora social. ¿Poner límites a la imaginación de un novelista? Sí, pero solo si eso se dirige a mejorar el mundo. Y seamos francos: el mundo no va ser un lugar peor porque Mallo se tome licencias literarias sobre un artista experimental de los setenta. No se puede juzgar una novela, ni tampoco una crítica, como se juzga una tesis.

      Además, yo no leo a Lyotard: no entiendo una sola palabra de lo que dice. Un abrazo.

Deja un comentario