espacio de crítica literaria y cultural

«El Gran Vidrio»; La real distorsión de Mario Bellatin.

In Mario Bellatin, Uncategorized on diciembre 30, 2007 at 8:28 pm

Al mirar por un vidrio de estructura desarmonizada el resultado de nuestra actividad es el de una compleja percepción, que poco o nada tiene que ver con el estímulo original. bellatin_animDel mismo modo, si dirigimos nuestra mirada hacia una parcela específica de realidad y lo hacemos a través de un vidrio, ahora sí con estructura y distribución regular, la imagen resultante se nos presenta como lógica, natural y verosímil, aún estando mediatizada.

 

Esta sería pues la propuesta narrativa de Mario Bellatin, quien en todas sus novelas, relatos, novelas cortas o cualquiera que sea la etiqueta que se les quiera pegar, busca “reproducir las imágenes fragmentadas que me rodean y que no llevan, como mi vida, a ninguna parte”. Este correlato objetivo sin fin determinado conforma toda la obra de Bellatin, ya que su proyecto artístico se enlaza, superpone y continúa libro tras libro, estableciendo no una única línea directiva, sino un tenso tejido, que recorre toda su cosmología.

 

El Gran vidrio, que se acompaña del subtítulo, tres autobiografías, refleja de manera clara esa intención representativa de la realidad circundante, que no se conforma con narrar sucesos o circunstancias personales de “forma bella”, tratando pues de crear, aunque sea a partir de vivencias personales, un tiempo y un espacio alejado de aquel al que consideramos real y que en realidad sería más real que la propia percepción. Una primera persona del singular, sin nombre ni apellidos o con el genérico de Mario Bellatin, explora caminos narrativos alejados de la anécdota, en pos de una narrativa que trace sendas oblicuas a la gastada y convencional tercera persona. La falsa objetividad que muchas obras pregonan es rechazada de pleno, con la forma autobiográfica imaginaria. Si el recuerdo es la mayor de las mentiras, la creación literaria se vuelve vía de acceso al espectáculo por todos representado.

 

Del mismo modo, el uso de personajes situados en los límites de lo reconocible nos ayuda a participar de ese universo rizomático, que de la misma manera que se inserta en lo común, escapa de ello, para regresar de forma inmediata. El hecho de que muchos de los personajes salten de un libro a otro, aunque con un efecto estético muy diferente, vuelve a situarnos en un proyecto narrativo abierto, que no termina con la última página de la novela, sino que es el encargado de ir tejiendo esa red literaria a la que nos referíamos al comienzo. Incluso, como es el caso de la protagonista de la tercera autobiografía de El Gran vidrio, los personajes cambian, a la manera de los de Cesar Aira en Cómo me hice monja, de mujer a hombre, al propio Mario Bellatin o a marioneta de hilo, dando así cabida en una primera persona del singular a una polifonía desconcertante, que juega sin cesar con algunos ecos de otras novelas o con la propia imagen que el lector ha creado de éstos.

 

Así las cosas, la aprehensión mediatizada a la que invita la literatura se sitúa detrás del vidrio de Bellatin, para acercarnos lo real y lo imaginario de las malformaciones, de la utilización infantil, de los cultos religiosos en sociedades desacralizadas o de la manipulación a la que tanto el ser humano, como su propia percepción es sometida.

 

ROSA BENÉITEZ.

 

  1. Muy buen artículo. Enhorabuena, disfruto mucho con vuestra revista.

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